La Grecia de Varufakis es una utopía
tramposa. Es utopía porque propone un bienestar y una equidad que no
puede llevar a la práctica, y porque da a entender que los servicios
sociales y sanitarios, si son de justicia, se pueden pagar con versos de
Píndaro. Y es tramposa porque, lejos de reconocer y asumir su carácter
irrealizable, Varufakis la plantea como un farol de póker que algún
incauto tendrá que pagar. Y esa es la razón por la que todos los juegos
de ingeniería presupuestaria que está haciendo, y todo el nominalismo
con el que quiere ocultar su inevitable fracaso, son pan para hoy y
hambre para mañana. Un juego de tahúres que aparta a Grecia del camino
trillado, y que entretiene a sus ciudadanos en una inútil búsqueda del
malvado exterior que los libere de asumir responsabilidades colectivas.
La principal arma con la que cuentan Tsipras y
Varufakis es la de ofrecer un paraíso comunista e igualitario pagado por
los liberales, en el que, mientras los griegos presumen de justicia
social y de bienestar a crédito, los países más ricos de Europa central,
a los que su éxito les produce remordimientos, tienen que hacerse
perdonar su crueldad congénita pagando todas las facturas.
Así se explica que, en vez de actuar como hubiese
hecho Pericles, hayan iniciado una desafiante huida hacia adelante, con
la absoluta seguridad de que Alemania no puede dejarlos caer. Pero la
UE, si quiere salir adelante, tiene que defender un orden económico
viable y equitativo. Y eso significa que Grecia tiene derecho a casi
todo -a que se le ayude, a que se le facilite un tercer rescate y a que
se le hagan nuevas quitas- siempre que su colosal fracaso no sea
convertido en una estúpida soberbia disfrazada de inteligente humildad.
Lo malo es que Europa sigue siendo un batiburrillo
insolidario, en el que nunca faltan quienes, dando por supuesto que es
otro el que tiene que ordenar el cotarro, disfrutan haciendo buenismo al
gusto de Varufakis. Y ahí se mueven los Renzi, los Juncker y los
Hollande. Y también el populismo emergente, que, apoyado por los poetas
que dominan la economía académica, ganan todos los partidos en la
pizarra, sin pisar nunca la cancha ni tocar un solo balón. Y la pizarra
dice que todo iría de perlas, y todos podríamos vivir del cuento, si no
fuese porque la cacocracia -que es el Gobierno de los mangantes que
disfrutan torturando al pueblo bendito- suele ganar todas las elecciones
-¡a saber con qué votos!- en los grandes países. Y ahí nace la soledad
del poder en la que viven Merkel y sus cuatro fieles, y que les obliga a
decir, como si disfrutasen con ello, lo que todo el mundo sabe que no
se puede callar. Por eso espero que la historia acabe poniendo a cada
cual en su sitio. Porque lo que hoy encandila a las masas es un
peligroso error y una tremenda injusticia.
Fuente : lavozdegalicia.es
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