Alfonso Ussia , autor de este clarificador y valiente artículo |
Así quedan las calles de Madrid después de el aquelarre del llamado Orgullo Gay |
Lo que he visto desde la prudente distancia del mal
llamado Orgullo Gay en su anual semanita de fiestas, más que de orgullo
tiene de humillación. Humillación y sometimiento a un inimaginable mal
gusto, grosería, procacidad y cochinada en los espacios públicos que a
todos nos pertenecen. Ahora, el Orgullo Gay ha pasado a denominarse
Orgullo LGTB, pero por mi parte, no hay inconvenientes que se sume a la
nueva denominación el resto del alfabeto. Orgullo
LGTBCDEFHIJKMNÑOPQRSUVWXYZ. Llena más y mejor las pancartas. En la calle
una pareja de marranos dándose por retambufa mientras otra pareja
procedía a una felación aplaudida por los presentes. No pueden estar
orgullosos de nada.
Creo que la homosexualidad culta y sensata se sentirá
profundamente avergonzada con las demostraciones y aspectos de estas
cochambres humanoides. Como todos, tengo amigos gays –maricas de los de
toda la vida, según el gran Luis Escobar–, que aborrecen las asquerosas
exhibiciones de la degeneración subvencionada. Asumo el riesgo de
saberme marginado, aún más a partir de ahora, de todas las esferas
presumiblemente «culturales y progresistas» del mundo audiovisual
dominado con omnímodo poder por los LGTB.
El «Lobby Gay» es, con toda probabilidad de acierto en la
intuición, el más poderoso del mundo, y el de mayor influencia en la
Literatura, el Cine, el Teatro y el famoseo televisivo. Al Ayuntamiento
de Madrid, ésta semana del falso orgullo le ha llegado proyectada y
hecha por el anterior equipo de Gobierno presidido por Manuela Carmena,
la de las magdalenas. Pero está obligado a medir las semanitas de los
años venideros. Los fornicios a la vista de los transeúntes entre
parejas de hombres, de mujeres, de hombras, de mujeras, de hombris y de
mujeris, hombres con hombras, mujeres con mujeras, todos en bolas
practicando sus pasiones en las calzadas y las aceras que son de los
madrileños y visitantes no son admisibles. Una permanente exhibición de
reprimidos desbocados, desculados y descoñados. No entiendo los motivos
de su orgullo.
En el fondo, y séame permitida la heroicidad, todo
responde a un hondo complejo de inferioridad. No me estoy refiriendo a
los miles de homosexuales de ambos sexos que aceptan su condición con la
misma naturalidad que los heterosexuales la suya. Me refiero a estos
gorrinos sostenidos por la putrefacción de la antiestética, estos
exhibidores del gusto más pésimo, cuyas organizaciones y grupos perciben
ayudas oficiales con el dinero de los contribuyentes.
Sobra la visión de una sola fotografía para determinar
que el orgullo es falso y que la provocación a la normalidad y la
urbanidad es el único objetivo. Por la calle pasean niños, y sobre todo,
se mueven personas a las que les importa un bledo la tendencia sexual
del prójimo. Una explosión sufragada por los impuestos de todos de
perversa porquería. Para eso están las casas, los locales especializados
y la intimidad.
Resulta divertido –aquí sí hay motivo para la sonrisa–,
ver a los participantes gays de las izquierdas ignorantes luciendo
camisetas con la efigie estampada del Ché Guevara, destacado asesino de
homosexuales durante los tiempos de la Revolución cubana y el
establecimiento de la dictadura castrista. Resulta divertida la
prohibición a la representación homosexual israelita, cuando el Estado
de Israel es el único en el medio Oriente que ampara legalmente la
homosexualidad y la libertad sexual. Resulta divertida esa obsesión
antisemita, y ese amor de los gays de escaparate españoles por los
regímenes teocráticos de Oriente Medio, especialmente el gran
financiador de la televisión de Pablo Iglesias, que todos los viernes
cuelga de lo alto de las grúas en las plazas de Teherán a quienes son
condenados a morir por ser homosexuales. Las lapidaciones a las mujeres
sospechosas de haber cometido adulterio, también son muy edificantes
para esta masa sin letras en sus cabezas. Resulta divertida y
conmovedora la presencia de homosexuales y transexuales bolivianos, que
según el presidente comunista Evo Morales, no existen. «Aquí no hay
maricas porque nuestros pollos no están contaminados».
Pero son anecdóticas estas contradicciones. Lo que nada
tiene de anécdota es el pésimo gusto de las exhibiciones sexuales
públicas de un buen número de indeseables – muy feos y feas, por
cierto–, que desnudos por las calles de Madrid se dan a la sodomía y la
tortilla con arrogante complejo de inferioridad. No saben que con sus
cochinadas humillan, fundamentalmente, a los homosexuales.
La medida nada tiene que ver con la prohibición. Y a partir del año que viene, hay que medir. Inexcusablemente.
Fuente : Asociación de Militares españoles
https://ame1.org.es
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