Diego Sánchez de la Cruz entrega a Arthur Laffer un 'lapiz rojo' para tachar las partidas superfluas de los presupuestos |
Entrevista de Diego Sanchez de la Cruz para Libre Mercado
Laffer ha sido una figura clave a nivel internacional en el desarrollo de
políticas económicas de corte liberal. Su famosa "curva de Laffer" ha
inspirado numerosas reformas tributarias centradas en la rebaja de
impuestos y la simplificación de los códigos fiscales.
El pasado jueves 13 de diciembre, la Fundación Rafael del Pino organizó una concurrida conferencia a cargo del economista estadounidense Arthur B. Laffer. Conocido como el padre
de la Economía de la Oferta, ha sido una figura clave a nivel
internacional en el desarrollo de políticas económicas de corte liberal.
Su famosa "curva de Laffer" ha inspirado numerosas reformas tributarias
centradas en la rebaja de impuestos y la simplificación de los códigos
fiscales.
Gracias a la Fundación Rafael del Pino, Libre Mercado ha tenido la oportunidad de entrevistarle durante su esperada visita a Madrid.
LM: Déjeme empezar con una sorpresa. A Vd. le gusta decir que
solamente necesita un lápiz rojo para arreglar los presupuestos públicos
de los países que han incurrido en un déficit descontrolado. Por eso
queremos hacerle entrega de un lápiz rojo... pero de tamaño XXL, porque
confiamos en usted pero nos tememos que hay mucho que recortar.
AL: (Se ríe) ¡Me encanta, Muchas gracias! La verdad es que lo haría encantado.
LM: Empecemos entonces con la entrevista. ¿Qué me dice de las
continuas propuestas que piden subir los impuestos a los ricos? Warren
Buffet ha pedido a Obama que haga eso mismo.
AL: Veamos el caso de Buffet. Cuando dice que paga pocos impuestos no
nos está contando toda la verdad. Si hacemos caso a sus explicaciones,
se supone que sus ingresos en 2010 fueron de $40 millones de dólares.
Esto es mucho dinero para cualquiera de nosotros, pero en realidad es
250 veces menos de lo que de verdad ingresó Warren Buffett ese año.
¿Qué ocurre entonces? Que los $10.000 millones de dólares que sumó a su
fortuna en 2010 figuran, a efectos tributarios, como ganancias de
capitales no realizadas. Esto es parte de lo que la mayoría de
economistas define como ingreso corriente, hasta la Oficina
Presupuestaria del Congreso lo hace así. Por eso debemos tener en cuenta
que todos los impuestos que Buffet propone aumentar son impuestos que
él no paga.
LM: ¿Qué haría Vd. al respecto? ¿Propondría un "flat tax" (impuesto de tipo único) como hizo, por ejemplo, en los años 90?
AL: Claro. Lo más eficiente sería gravar cualquier tipo de ingreso
personal con un tipo único muy bajo. Cuando Jerry Brown optó a la
presidencia de Estados Unidos, en 1992, yo trabajé en su programa
fiscal, incorporando la idea del flat tax. La idea consistía en
sustituir el código fiscal por dos únicos impuestos, el IVA y el
Impuesto sobre la Renta, que tendrían un tipo único del 12%. El Impuesto
sobre la Renta incorporaría entonces categorías como las ganancias de
capitales no realizadas. Bajo aquel modelo, la recaudación se hubiese
mantenido estable pero el crecimiento económico habría sido
magnífico. Hay que defender la idea del "flat tax" porque ayuda a que
los sistemas tributarios sean más simples, más lógicos. Además, ayuda a
que la evasión fiscal caiga. Esta es una reforma de sentido común, que
entiende hasta mi nieta de ocho años. A veces parece que hace falta un
Doctorado en Economía para dejar de entender lo que realmente funciona.
LM: ¿Y no le frustra que así sea?
AL: Hoy en día hay tanta preocupación académica por los modelos
económicos que a menudo se olvida que la realidad es lo que cuenta. Los
modelos están muy bien como modelos. En la economía real, los incentivos
fiscales son muy importantes para acelerar o frenar el
crecimiento. Muchos economistas lo entienden cuando planteamos, por
ejemplo, que crear un impuesto a quien supera un límite de velocidad
consigue que la gente conduzca más lento. Si lo hacemos con el tabaco,
también comprenden que subir esos impuestos consigue que se reduzca el
consumo de cigarrillos. Pero cuando hablamos de un impuesto al empleo,
no quieren entender que esa lógica sigue funcionando, y que subir los
impuestos que afectan al trabajo no genera más trabajo, sino menos.
LM: ¿Y qué opina si le digo que en 2011 se subieron o se crearon en España más de 50 impuestos regionales y que, en lo que va de 2012, ya se han aprobado 27 subidas de los impuestos nacionales?
AL: La verdad es que amo este país, siempre que vengo me encuentro a
gente encantadora, muy hospitalaria... Me entristece mucho que un país
como España que ha dado tanto al mundo se inflija un castigo tan duro.
Este comportamiento masoquista es duro de ver y de aceptar. ¿Qué puedo
decir? Pues que lo que necesita España es bajar todos los impuestos,
controlar el gasto y simplificar las regulaciones. Si a eso le unimos
una política comercial abierta y una moneda estable, ya tenemos todos
los ingredientes que necesitamos. El Estado no tiene que aspirar a más
que eso, tiene que dejar que el libre mercado se encargue de generar la
prosperidad que necesitamos.
LM: ¿Y como convencería a nuestros políticos? Porque lo cierto
es que Vd. consiguió en su día que numerosos dirigentes demócratas
dieran un apoyo contundente a las rebajas de impuestos que propuso el
presidente Reagan.
AL: John F. Kennedy era el primero que decía que no hay mejor política
social que la creación de empleo. He sido y sigo siendo un buen amigo de
su familia, lo mismo que de Al Gore y otros muchos demócratas. Me gusta
hablar con ellos, entre otras cosas, porque en una conversación puedo
ver que, en el fondo, saben que lo que yo les propongo es de sentido
común. En 1986, cuando se aprobó mi programa tributario, el tope máximo
del Impuesto sobre la Renta cayó de más del 50% al 28%, el tipo mínimo
creció del 11% al 15%, el número de tipos se simplificó de 17 a menos de
cinco... ¿Cuál fue el voto en el Senado? ¡97 a favor, 3 en contra!
Nunca me olvido de esos tres que dijeron que no... (Ríe). Pero fíjate en
que entre los demócratas que lo aprobaron: estaban Al Gore, Ted
Kennedy, Bill Bradley, Chris Dodd, Joe Biden, Harry Reid... ¿Por qué?
¡Porque sabían que estábamos haciendo lo correcto! Y eso nos enseña que
nunca hay que caer en la desesperanza, siempre hay que confiar en que
podemos seguir avanzando.
LM: Estados Unidos se acerca peligrosamente al llamado
"precipicio fiscal". Si no hay un acuerdo de ultimísima hora que lo
remedie, el 1 de enero de 2013 se producirá una de las mayores subidas
tributarias de la historia reciente...
AL: Lo único que puedo hacer yo ante este tipo de escenarios es decirle
a los representantes políticos de mi país lo que necesitamos para
evitar llegar a este punto. Ellos podrán hacerme caso o no. Lo que me
temo es que la llegada de esa fecha, de ese ‘precipicio fiscal’, es ya
casi inevitable. Eso puede hacer que 2013 sea un año muy incómodo y
difícil. Espero que esto genere una reacción que nos lleve a un cambio
político y económico en Estados Unidos. Necesitamos una agenda de
crecimiento basada en la libertad económica, como hicimos en los años
80.
LM: ¿Y confía en que esto ocurrirá?
AL: Sí, sobre todo porque a nivel estatal ya se están viviendo
importantes victorias para la libertad económica. Esta semana, por
ejemplo, el gobernador de Michigan aprobó una ley de derecho al trabajo,
que básicamente permite que el trabajador decida libremente si quiere
estar vinculado a un sindicato o no. Esto ha ocurrido en Michigan, un
estado de tradición sindical muy fuerte, por lo que hablamos de un
ejemplo de que está habiendo grandes cambios en la buena dirección.
Ahora mismo hay treinta gobernadores republicanos por veinte demócratas y
un independiente. Los republicanos tienen el control de muchos
parlamentos estatales, lo que aumenta más aún su margen de maniobra.
LM: Pero Obama ha sido elegido de nuevo...
AL: Lo triste es que, por mucho que el Presidente Obama es una
excelente persona, un magnífico ser humano, pestá equivocado, muy
equivocado en sus políticas económicas. Ha sido elegido otra vez por su
popularidad, pero lo que necesitamos es otro Reagan. Esperemos que la
próxima vez lo tengamos.
LM: ¿Se atreve a anticipar a algún posible candidato presidencial que podría comandar esa agenda de reformas?
AL: Como se suele decir, el hábito no hace al monje. No sabemos qué
puede ocurrir cuando alguien llega al cargo de presidente. Jack Kennedy,
por ejemplo, fue un Senador bastante pobre pero tras llegar a la Casa
Blanca encabezó una de las mejores administraciones de la Historia. Bill
Clinton también fue sorprendentemente bueno. Incluso de Reagan se puede
decir que no fue un buen gobernador de California... ¡pero cuando llegó
a la Presidencia de Estados Unidos la cosa fue muy diferente!
LM: Ha puesto como ejemplos de gestión económica a Kennedy y
Clinton. ¿Cree que dicho partido puede volver a abrazar las reformas de
mercado?
AL: A día de hoy, lo dudo, pero le diré una cosa: ninguno de los
actuales dirigentes demócratas manejaría su economía familiar como hoy
pretenden manejar la economía estadounidense. El problema es que están
metidos en la pelea política, donde todo es más irracional, hasta que la
situación llega a un punto grave. Y es entonces cuando se produce la
reacción, que será una especie de revuelta palaciega. No puede
ser de otro modo: hay que conseguir que en Washington se corrijan los
errores que se han cometido... desde Washington.
Eso sí, aunque creo que los demócratas sabrán estar a la altura cuando
lleguemos a ese punto, también creo que esta vez son ellos quienes están
haciendo que todo vaya peor. En los 60 ocurría lo contrario, eran los
republicanos los que bloqueaban las reformas necesarias. Al final del
día, esta no es una dicotomía entre socialdemocracia y conservadurismo,
entre demócratas y republicanos, sino que es una dicotomía entre la
buena y la mala economía.
LM: El gobierno de Obama ha apostado por salir de la crisis a
golpe de gasto. ¿Por qué se opone Vd. a estos programas de estímulo?
AL: Un gobierno no crea recursos, los redistribuye. Cada vez que da
dinero a una persona, se lo quita a otra persona primero: es un juego de
suma cero. El Gobierno tiene funciones muy legítimas que puede y debe
cubrir, pero cuando se gasta por encima de esos niveles, entonces se
golpea al resto de la economía. Y, además, no olvidemos lo que decía mi
amigo Milton Friedman: el gasto es el impuesto. Cada vez que se aumenta
el gasto, se envía la señal de que tarde o temprano habrá que pagar más
impuestos.
LM: En los últimos años se ha hablado mucho de los años 30,
sobre todo para comparar la política monetaria de hoy con la de
entonces. No obstante, cuando Vd. se refiere a este periodo con ánimo de
extraer lecciones, lo que subraya son las políticas fiscales de Hoover y
Roosevelt.
AL: Incomprensiblemente, buena parte de la literatura económica de los
años 30 se olvida de hablar de las subidas de impuestos que se aprobaron
entonces. ¡Es como ignorar que hay un elefante en la habitación! En
mayo de 1930, por ejemplo, Herbert Hoover aprobó la mayor subida de los
impuestos arancelarios que ha vivido Estados Unidos a lo largo de toda
su Historia. Y no contento con eso, el 1 de enero de 1932, Hoover
aumentó el tipo máximo del Impuesto sobre la Renta del 25% al 63%. A eso
se le sumaron impuestos especiales, impuestos sobre bienes inmuebles,
impuestos de sucesiones... Por supuesto, esto creó una espiral
depresiva. Y poco después, con Franklin D. Roosevelt en la Casa Blanca,
el Gobierno de Estados Unidos confiscó el oro, llevó el tipo máximo del
Impuesto sobre la Renta hasta el 83%, subió la fiscalidad de las
empresas, disparó el impuesto de sucesiones hasta el 90%, creó una tasa
del 25% para los beneficios empresariales no retribuidos, etc. ¡Normal
que nos metiésemos más aún en una depresión económica!
LM: ¿Y no le frustra que se olviden estas lecciones?
AL: Es que no entiendo que siga habiendo economistas que hablen de
estos años fingiendo que nada de esto ocurrió. En las políticas
impositivas de los años 30 hay una explicación a muchos de los problemas
de aquellos años, pero hay quienes prefieren mirar hacia otro lado,
parecería que no buscan saber la verdad.
LM: Antes habló de reformas pro-mercado a nivel estatal. ¿Es
recomendable que los diferentes Estados de la Unión fijen diferentes
políticas tributarias o sería deseable algún tipo de "armonización"?
Porque aquí en Europa se plantea que los países de la UE deben coordinar
sus impuestos.
AL: La competencia tributaria en Estados Unidos es un excelente
laboratorio para comparar políticas tributarias. Y si sabemos extraer
las lecciones correctas, permitir esta competencia nos indica qué tipo
de recetas debemos aplicar.
LM: Vd. mismo dejó de vivir en California y ha mencionado públicamente que los impuestos tuvieron que ver con esa decisión...
AL: Imagine que tenemos dos territorios, A y B. Si A sube los impuestos
a las personas y las empresas, es muy posible que esas personas y
empresas acaben mudándose al territorio B. ¿Tan difícil es entender eso?
Muchos profesores de Harvard me niegan que esto sea así. Los datos
demuestran que se equivocan, pero ni siquiera hace falta recurrir a
datos, esto es algo de sentido común.
Eso sí, como quieren datos, yo les doy encantado los datos que lo
demuestran. Por ejemplo, si tomamos los nueve Estados de la Unión que no
han instaurado un Impuesto sobre la Renta y los comparamos con los
nueve que tienen un Impuesto sobre la Renta más alto, encontramos que
los primeros crecen más, atraen a más gente... y recaudan más.
¿Más ejemplos? En las últimas décadas, unos once Estados que no tenían
Impuesto sobre la Renta han acabado creando uno. Maine, Ohio, Indiana,
Wisconsin... Todos ellos, sin excepción, tienen hoy un peso relativo
mucho menor en la economía nacional. En algunos casos, la caída ha sido
dramática: Michigan, por ejemplo, pasó de representar más del 5% de la
economía de EEUU a poco más del 2,5%.
Otro ejemplo es mi Estado natal, Ohio. Nací en Youngstown, una ciudad
muy industrial, y realmente quisiera vivir algún día en Cleveland, donde
reside buena parte de mi familia. Pero las condiciones tributarias allí
son ridículas, son marxistas. Cuando recorro las calles de mi ciudad,
me sorprende que un Estado que tenía tanto poderío industrial se haya
convertido en un campo empobrecido. ¡Y ante escenarios así yo me
pregunto quién sigue pensando que una economía puede prosperar a base de
impuestos! Es tan ridículo como pensar que una persona pobre pueda
hacerse rica a base de despilfarrar dinero...
P: Lleva años recorriendo el mundo para difundir sus ideas... ¿Es que nunca se cansa?
R: Al contrario, vivo muy feliz haciéndolo. Ojalá me hiciesen más caso
allá por donde voy. Todos seríamos no solo más felices, sino también más
prósperos.
Fuente :libremercado.com