En estos momentos de incertidumbre política y económica , cuando el estado a traves del gobierno y otras instituciones interviene cada vez más en la vida de los individuos , restringiendo su libertad día a día en aras de un supuesto " bien común" , queremos contribuir desde este blog a difundir los principios del liberalismo , cada vez más necesarios para conservar la libertad y la iniciativa como ciudadanos.

domingo, 31 de julio de 2011

Ahora llega lo más difícil - Federico Jimenez Losantos


Un Gobierno muerto en vida o con la Parca en la puerta tiene muchos inconvenientes. El primero es que hiede: su función residual o deporte vitando es el "Sálvese quien pueda" y ese espectáculo nunca resulta agradable de ver, oír, tocar, oler y paladear. Lo peor de la condición humana se manifiesta en forma de ingratitudes y de homenaje a las célebres ratas que son las primeras en abandonar el barco, aunque, por la cantidad de veces que las vemos hacerlo, diríase que nunca dejan de empezar a huir porque jamás las vemos concluir su hazaña. Pero el inconveniente más grave de un Gobierno sin enterrar es que, por muy necesario que sea tomar decisiones importantes, nunca suele tomarlas; porque no puede, porque no sabe o porque no le dejan. El primer síntoma de la muerte política es la catatonia.

El espectáculo de las bibianas y los ibarras agenciándose un futuro mollar a costa del Presupuesto no puede sorprendernos. Por lo que ya sabíamos y por lo que vamos sabiendo en materia de déficit oculto –corrupción al por mayor con el agravante de ocultamiento, alevosía y nocturnidad–, la época de Zapatero es la más corrupta de la historia moderna de España. Sólo la corrupción de las instituciones políticas supera la criminalidad civil de robar a los ciudadanos cuando no pueden defenderse, es decir, cuando han pagado impuestos y el dinero público está en manos de parlamentos y ayuntamientos, creados para el control pero fosas comunes del descontrol. En el zapaterismo se ha robado tanto que ni siquiera sabemos todo el dinero que falta, aunque será más que el anunciado y el barruntado. ¿Cabe mayor corrupción?

Cabe, cuando un país está en quiebra y sus acreedores le perdonan temporalmente lo que debe a cambio de poner orden en sus ingresos y gastos, de sanear su Hacienda. Esa es la situación de España desde mayo de 2010 y, pese a todas las promesas de este Gobierno, ni una sola de las reformas anunciadas se ha llevado hasta el final. Algunas, ni siquiera han empezado. Y acaso la más importante, la del mercado laboral, ha sido precautoriamente suspendida poniendo a un sindicalista a cuidar de los desmanes del sindicalismo oficial. Ahorraré la referencia a la zorra y las gallinas. Mucho y muy malo es lo que ha hecho Zapatero pero muchísimo peor es lo que no ha hecho, lo que, tras perder año y medio, deja sin hacer.

Sin embargo, un Gobierno tan hediondo, tan desacreditado, tan impotente, tan de risa como el de ZP tiene una ventaja: genera y generaliza la ilusión de que, con su desaparición física, empezarán a arreglarse las cosas. Y esa es, en mi opinión, la última herencia ruinosa del zapaterismo: creer que tras él todo tiene remedio; que bastará cambiar de Gobierno para que esto que antiguamente llamábamos España cambie a mejor. Ahora es cuando empieza la cuesta arriba. Y ya veremos si la situación puede mejorar y si dejan que mejore los que la han dejado inerte, los que han muerto matando, los enterradores de la nación.

Yo no espero milagros de Rajoy, porque en política rara vez los hay y en política económica no los hay nunca. Pero lo primero con que tendrá que lidiar el líder del PP es que empiecen a exigirle acciones de Gobierno antes de ganar las elecciones. Los cuatro meses que faltan para las urnas se harán eternos, y como nadie va a pedirle cuentas al muerto, o sea, a Zapatero, se las pedirán al vivo, o sea, a Mariano. Psicológicamente –y también desde el punto de vista electoral– será un proceso de desgaste brutal. Eso, antes de empezar siquiera a gobernar.

Va a ser tan largo, tan aburrido, tan desesperante este tiempo bobo de la espera electoral que fatalmente irá menguando esa esperanza irracional, pero real, difusa pero poderosa que todo cambio trae consigo. Zapatero se va, pero dejándonos un último regalo envenenado: perder la ilusión en lo nuevo, en lo que ha de venir, en lo que debería pasar. Por robar, han robado hasta la esperanza modesta, razonable, limitada, de que España mejore. Y no es fácil que podamos recuperarla.

Fuente:libertaddigital.com( el blog de Federico)


viernes, 29 de julio de 2011

¿La Batalla? ¡Eso es la Guerra! - Mario Noya


Pese a la traducción infame, el subtítulo mendaz y el exceso retórico del prologuista Gringrich, La batalla. El nuevo ideario del liberalismo político, de Arthur C. Brooks, es un buen libro; "un auténtico alegato en favor del libre mercado, de la libertad de empresa y de la libertad individual", que dice el otro prologuista, José María Aznar.
La traducción es infame porque, si el Servicio Andaluz de Salud no me contradice, Elie Wiesel sigue siendo un señor, para nada "la superviviente del Holocausto y escritora" de que se nos habla aquí (p. 94). Y porque seguro que Brooks, por muy casado que esté con una catalana, en el original no utilizó la expresión "egoísmo pesetero" (p. 129); por no hablar de esta frasecita, que de todas formas hará las delicias de César Vidal: "La mayor parte de los estadounidenses simpatizan con los protestantes del Tea Party" (p. 167). Son sólo tres perlas, pero el libro entero es un vivero. En cuanto al subtítulo, "El nuevo ideario del liberalismo político", es mendaz porque Brooks, de hecho, lo que pide, exige a los conservadores norteamericanos es que vuelvan a enarbolar las banderas tradicionales de su ideario, que en buena medida coinciden con las del liberalismo clásico: menos impuestos, menos pero más eficiente Estado, más libertad para los ciudadanos; reivindicación del patriotismo, defensa de la familia y de la vida. Por lo que hace a Newt Gingrich, el Guti de los republicanos, se pasa de frenada cuando dice que este notable texto es "tan importante" para la generación actual como lo fue el Camino de servidumbre del maestro Hayek para la de Reagan y Thatcher (p. 21). Pero, repito, es un buen libro, lo que dijo Aznar en su prólogo, donde saca pecho de su España y carga contra la de Zetaparo. Un libro escrito para americanos pero del que también los españoles podemos sacar lecciones de provecho... y motivos para alimentar nuestros temores:
España se halla –para ser franco– en proceso de perder a toda una generación de ciudadanos productivos. No importa lo generosa que sea la red de seguridad social –y soy consciente de que hoy en día en España no es demasiado espléndida–, nadie conseguirá convencerme, a mí o a cualquier otra persona sensata, de que la situación actual no es ni más ni menos que una catástrofe (p. 35).
***
La Batalla es la guerra que pide, exige Brooks –presidente del muy influyente American Enterprise Institute– que dé el Setenta para poner en su sitio al Treinta. El Setenta es el 70%, la inmensa mayoría de los norteamericanos, o sea, patriotas que creen que su país es verdaderamente la Tierra de los Libres y que el Estado, cuando se sale de sus cometidos de velar por la seguridad de la ciudadanía, administrar justicia y fijar el marco en que se producen las relaciones sociales, lejos de ser la solución es el Gran Problema. El Treinta, ese minoritario 30%, remite a Obama y sus mariachis en los medios, las universidades y el mundo del espectáculo, que recelan o directamente abominan del excepcionalismo americano y quisieran que el suyo fuera un país así como europeo, marinado en estatismo socialdemócrata, buenista y sobrado, tan estupendo. "El progreso natural de las cosas es que la libertad ceda y el Estado gane terreno", constató Jefferson. Al Setenta, tal constatación le sienta como un tiro; los del Treinta piden otra ronda y pagan con dinero ajeno: la redistribución era esto.
"Existe un desacuerdo fundamental en cuanto al futuro de Estados Unidos", resume Gingrich; "entre la minoría socialista y redistribucionista (la coalición del 30 por ciento) y la aplastante mayoría partidaria de la libre empresa y de la ética del trabajo y orientada hacia el aprovechamiento de las oportunidades (la mayoría del 70 por ciento)" (p. 19). Los porcentajes no están tomados al tuntún, sino por decantación de los resultados que suelen arrojar las encuestas cuando a los yanquis se les pregunta por este tipo de cosas. "Los datos muestran una pauta clara y constante –quien sintetiza ahora es el propio Brooks–: el 70 por ciento de los norteamericanos apoya el sistema de la libre empresa y no respalda el Gran Gobierno" (p. 53).
Ocurre que los americanos son una cosa y el establishment, otra bien distinta. La Academia, los medios, Hollywood (y buena parte de la alegre muchachada) son abracadabrantemente progres. Y encima desde 2008 tienen en la Casa Blanca a uno de los suyos. "Obama ha defendido que ya es hora de que Estados Unidos se mueva en la dirección de una democracia social de estilo europeo" (p. 23). Y en ello está. Gracias, que no pese, a la crisis.
El [ex]jefe de gabinete de la Casa Blanca, Rahm Emanuel [actualmente alcalde de Chicago], lo resumió mejor: "Nunca permitas que una crisis grave se desperdicie. Lo que quiero decir con eso es que es un trance para hacer cosas que no podías hacer antes". La crisis económica constituyó una oportunidad de oro para que la coalición del 30 por ciento rehiciera Estados Unidos a su propia imagen (pp. 72-73).
Pero Estados Unidos no se deja, como bien ha podido comprobar Obama, que el año pasado, en las elecciones de mitad de mandato, se pegó un batacazo de los que hacen época. Que ha sudado sangre para sacar adelante su contestadísima reforma sanitaria. Y que, qué cosas, ha dado vida a una derecha en horas muy bajas hasta su llegada a la Presidencia: ahí está el Tea Party (por el Motín del Té, sí, pero también y sobre todo porque están hartos de que les esquilmen en el presente acojonante: Taxed Enough Already), vilipendiado aquí y allí por los medios pero al que el 70% de los americanos, según un sondeo de Fox News-Opinion Dynamics (febrero de 2010), considera "un grupo formal de gente que cree que el gobierno [= Estado] es demasiado grande y que los impuestos son demasiado altos"; un grupo de gente que "debería ser tomado en serio". En cambio, para el otro 30% son un montón de marginales con "ideas de extrema derecha (...) que no debería ser tomado en serio". Setenta-treinta, ya ven.
***
¿Qué tiene que hacer la derecha americana para ganar la Batalla que es una guerra cultural con todas las letras? Pues ganar elecciones, sí, pero sobre todo defender sus posiciones, no ceder al miedo como en las presidenciales de 2008 y atar en corto a sus representantes, pues a las primeras de cambio pueden convertirse en unos traidores de tomo y lomo. Conviene no olvidarlo: Obama no ha inventado nada. Obama es un acelerador. Obama potencia, agranda (Supersize me!), ahonda las heridas abiertas por otros, Bush el primero. Bush, del que Obama quería apartarse como de la peste y resulta que, en punto a despilfarro, gasto estupefaciente, los salvajes salvatajes, fue quien abrió la espita: la Medicare Modernization Act de 2003 representaba un coste para el contribuyente de 593.000 millones de dólares entre 2004 y 2013; "el presidente Bush firmó proyectos de ley de gasto que contenían más de 55.000 partidas especiales" (p. 68); "hay un estudio que muestra que los costes en reglamentación social y económica se dispararon un asombroso 60 por ciento bajo el gobierno de Bush" (p. 93). En definitiva:
Los republicanos, que en los viejos tiempos consideraban la disciplina en el gasto como un valor fundamental, han sido tan responsables del crecimiento del gobierno [= Estado] en los últimos años como los demócratas. "Perfeccionamos el proceso", llegó a admitir un miembro republicano de la Cámara al referirse al gasto abusivo durante la época en la que su partido tuvo la mayoría en el Congreso (p. 69).
"Tenemos que permitir que la gente triunfe y que la gente fracase" (pág. 44). Volver a poner en valor la Libertad frente a la seguridad del Estado-padrote, pachorra y parásita, que acaba por no ser tal sino todo lo contrario, la intemperie, el colapso, un potentísmo generador de resentimiento y envidia que hipoteca (¡qué paginas sobre las hipotecas, por cierto, 124 y siguientes! ¡Especialmente recomendables para los veneradores de la dación en pago!) el futuro de las generaciones presentes y venideras: es lo que tiene ser so-li-da-rio.
"Ahora todos somos socialistas", tituló Newsweek en febrero de 2009. Brooks no es Lola Flores, así que no replica con uno de sus míticos "¡Ni lo quiera Dios!", pero su razonada prevención es –casi– igual de contundente:
"En muchos sentidos, nuestra economía ya parece una de las europeas –concluía la revista–. A medida que vaya creciendo la generación del baby boom y que se vaya incrementando el gasto, nos volveremos aún más franceses". Al decir "más franceses", Newsweek no se refería a las baguettes y al buen vino. Hablaba de la Francia de la gran burocracia, los sindicatos poderosos, los impuestos excesivos, el desempleo alto y el sector público floreciente (p. 79).
No le gusta ese cuadro hiperrealista a Brooks, miembro señero del Club de los Setenta. Por eso pide a sus semejantes que se pongan manos a la obra para impedirlo. Invocando el pretérito perfecto de los Padres Fundadores (Jefferson), el pasado reciente de Ronald Reagan y el presente que ya está aquí, yes we can!, al habla Scott Brown, senador republicano por el muy progre estado de Massachusetts en sustitución del aún más progre Ted Kennedy:
"¿Qué es lo que hizo grande a Estados Unidos? Los mercados libres, la libre empresa (...) Así es como vamos a hacerlo, no incrementando el gobierno [= Estado]" (p. 171).
So be it. Que así sea. Pero cualquiera se fía. Que son políticos y estamos en crisis –vuelvan a Jefferson–. La eterna vigilancia. "Necesitamos líderes comprometidos con la fuente de nuestra prosperidad y los cimientos de nuestra cultura" (p. 204). Y una sociedad dispuesta a dar la Batalla contra el Ogro Filantrópico devenido Conan el Destructor:
Estamos hablando (...) de una lucha que ocupará los próximos cien años de la cultura estadounidense, y eso, en un país que ya es rico, no tiene que ver con el dinero. Si no somos capaces de ver que la libertad, la oportunidad y el carácter emprendedor son mucho más que dinero, deberíamos avergonzarnos. No merecemos vencer en esta batalla.
[...]
[El de libre empresa], más que ningún otro sistema, capacita a las personas para que consigan triunfar y, de ese modo, logren la felicidad. Por esa razón, no es tan sólo una alternativa económica, sino un imperativo moral. No es tan sólo el sistema más eficiente, sino el más limpio y el más justo (pp. 126-130).
Qué lástima que aquí en España la Batalla de Brooks & Co. nos suene a La guerra de los mundos.

ARTHUR C. BROOKS: LA BATALLA. Planeta (Barcelona), 2011, 219 páginas. Prólogos de JOSÉ MARÍA AZNAR y NEWT GRINGRICH. Traducción de Ana Isabel Sánchez.
MARIO NOYA, jefe de Suplementos de LIBERTAD DIGITAL.

sábado, 23 de julio de 2011

¿Qué es una energía 'madura'? - Jorge Alcalde


El grupo parlamentario socialista está decidido, ahora sí, a combatir el cambio climático. Esta semana ha presentado un paquete de cien medidas para atajar la deriva de las temperaturas del planeta.

Es curioso que lo hagan ahora, en los últimos estertores de la legislatura, cuando hasta los propios movimientos ecologistas están hartos de recordar al gobierno de Zapatero que no ha movido un dedo en esta dirección desde 2004.

Más allá de la pertinencia política de este rapto de compromiso con la atmósfera, desde el punto de vista científico destaca sobremanera una de las propuestas: crear un impuesto sobre "energías maduras" que sirva para financiar el desarrollo de las renovables. Es decir, gravar a las nucleares y las hidráulicas de gran tamaño para seguir llenando el saco de las subvenciones a las llamadas alternativas.

Desde la perspectiva económica, este periódico cuenta con más doctos comentaristas que ya han dado cuenta en más de una ocasión de la insostenibilidad del modelo hipersubvencionado de energías renovables. Así que no nos detendremos más ahí. Pero si nos fijamos en los argumentos técnicos salta a la vista más de un error de planteamiento.

La pretensión de este paquete de medidas es reducir en un 100 por 100 (sic) las emisiones de CO2 del sector energético para 2050. Y para ello, entre otras cosas, se grava la actividad nuclear. ¿Tiene lógica?

Veamos. Los gases que son objeto de medición por los agentes preocupados por el cambio climático son el dióxido de carbono, el metano, el óxido nitroso, los halocarburos y el hexafluoruro de azufre, los llamados gases de efecto invernadero. Para simplificar el seguimiento, y dado que cada uno de estos gases tiene un potencial de calentamiento diferente, los científicos utilizan el CO2 (dióxido de carbono) como referencia. De ese modo, una molécula de hexafluoruro de azufre tendría un potencial de calentamiento 23.000 veces mayor que una de CO2.

Aun así, el gas más importante a estos efectos sigue siendo el CO2: según datos del inventario de Gases de Efecto Invernadero de las Naciones Unidas, el 74 por 100 de los gases emitidos en el mundo corresponde a esta categoría. Curiosamente, esa misma cifra (74 por 100) es el porcentaje de emisiones que corresponde a la actividad de producción de energía: la más contaminante de todas. Del resto, el 15 por 100 le atañe a la agricultura, el 7 a otros procesos industriales y el 4 a la gestión de residuos.

Parece lógico tratar de intervenir en la generación de energía a la hora de proponer una reducción drástica de la emisiones. Sobre todo si se trata de una tan próxima a la utopía como la del 100 por 100. De toda las emisiones relacionadas con la producción energética, es decir, de los 23.000 millones de toneladas de CO2 equivalente, el 93 por 100 corresponde al proceso de generación energética mediante combustión y sólo el 7 a la manipulación de las materias primas. Estas emisiones en el proceso de producción están muy relacionadas con el rendimiento de la instalación energética. Cuanto más antigua es, menos eficaz y, por lo tanto, más emisora.

Parece, pues, razonable penalizar el uso de centrales maduras. ¿Estará acertando el grupo socialista con su propuesta? No adelantemos acontecimientos.

El principal proceso que supone emisiones a la atmósfera durante la producción de energía es la combustión. Y existe una instalación madura, veterana y demonizada que, curiosamente, no necesita combustión sino fisión: una central nuclear.

En su exposición inicial, el parlamentario socialista Fernando Moraleda no quiso especificar a qué se refería el PSOE con lo de "energías maduras". Pero más adelante el secretario de Medioambiente del PSOE, Hugo Morán, desveló a algunos medios que se refería a "nucleares y grandes hidráulicas".

De manera que si ya de por sí el paquete de medidas era poco creíble (algunas organizaciones ecologistas lo han tildado de "lavado de cara sin jabón"), con el desliz nuclear la cosa empieza a tener pinta de castillo en el aire.

Si estudiamos el ciclo completo del combustible, las emisiones de una instalación nuclear van de 3 a 40 toneladas de dióxido de carbono por Gwh (gigawatio/hora). Curiosamente, esta cantidad es menor que la de las emisiones correspondientes a energía eólica y solar. Además, la mayor parte de estas emisiones no están relacionadas con el proceso propio de producción, sino con factores indirectos como la extracción y transporte de combustible y residuos. Es decir, que sobre ellas podría actuarse mejorando las emisiones de este tipo de acarreos sin repercutir en la generación en sí.

Lo hemos dicho hasta la saciedad, pero habrá que repetirlo, sobre todo ahora que se acercan futuros procesos electorales en los que el miedo atómico va a volver a airearse: no hay energía más limpia, en términos de emisiones, que la energía nuclear. Y cualquier política de reducción de emisiones debe pasar por favorecer las energías limpias; todas ellas, sin excepciones, sin complejos y sin trampas.

http://twitter.com/joralcalde


jueves, 14 de julio de 2011

El copago sanitario es algo inevitable también en España


Si queremos preservar los pilares fundamentales de nuestra sanidad pública , no queda más remedio que introducir el copago para las consultas y para la prestación farmaceútica.
¿ Es España un país más rico que Suecia? , no , no lo es . En Suecia , a pesar de pagar una media de un 50% en el IRPF , se paga por acudir a las consultas en la sanidad pública ; de 15 a 20 euros por acudir a una consulta . Los pacientes tambien pagan 7 euros por cada día de hospitalización.
O en España se toman medidas similares o la sanidad públira irá a la quiebra.


El plan de austeridad de Italia incluye el copago sanitario
El Senado italiano aprobó este jueves el plan de ajuste elaborado por el Gobierno, que prevé un recorte de 79.000 millones de euros hasta 2014 y que ahora pasa a la Cámara de Diputados, donde será sometido mañana a votación.

El plan de austeridad, aprobado en Consejo de Ministros el pasado 30 de junio, contó con 161 votos a favor, 135 en contra y 3 abstenciones, informa EFE.

En los últimos días y ante la inestabilidad de los mercados, el monto total del programa de ajuste ha aumentado hasta los 79.000 millones de euros con nuevas medidas que permitirán ahorrar 32.000 millones más de lo previsto inicialmente.

Para dar confianza a los mercados tras la turbulencias de los últimos días, el Gobierno y la oposición de Italia, país que tiene una deuda pública superior al 120 % del PIB, decidió acelerar la aprobación de estas medidas.

El plan consta de cuatro fases de recortes: 3.000 millones de euros para 2011, 6.000 millones para 2012, 25.000 millones para 2013 y 45.000 millones para 2014.

El documento prevé que se reduzcan 21.600 millones a las regiones y entes locales entre 2011 y 2014, además de la limitación en el uso de los vuelos de Estado salvo a los presidentes del Gobierno, de la República y de la Cámara Baja y Alta y un tope en la cilindrada de los coches oficiales a los 1.600 centímetros cúbicos, excepto los de estos mismos cargos.

Copago sanitario y pensiones

Reintroduce además el copago sanitario en Italia, donde los pacientes que acudan a visitas de médicos especialistas tendrán que pagar 10 euros cada vez y 25 cuando vayan a urgencias y no requieran de ingreso hospitalario.

Otro de los grandes puntos de reforma son las pensiones, con el adelanto a 2013 del aumento de la edad de jubilación (hasta ahora 65 años para ellos y 60 para ellas) vinculándolo a la expectativa de vida y un recorte en la asignación de las llamadas "pensiones de oro", superiores a 90.000 euros al año.

También se prevé el pago de una tasa sobre los depósitos bancarios que será de 34 euros por debajo de los 50.000 euros, de 70 para aquellas de hasta 150.000, hasta llegar a los 1.100 que tendrán que pagar quienes tengan más de 500.000 euros.

El ministro de Economía, Guglio Tremonti, apostó durante su comparecencia en el Senado por introducir en la Constitución una "regla de oro" que exija el equilibrio de cuentas.

"Hoy en Europa hay una cita con el destino: la salvación no llega desde las finanzas, sino desde la política. Pero la política no puede cometer errores, también porque es como con el Titanic: no se salvan ni siquiera los pasajeros de primera clase", afirmó Tremonti.

"Hemos llegado juntos al dilema y al drama del euro y de Europa. O se sigue adelante juntos o se va a pique. La solución o es política o no es, sin ilusiones de salvación para ninguno", agregó.

Fuente:libertaddigital.com

miércoles, 13 de julio de 2011

España en crisis: seis mentiras peligrosas - Juan Ramón Rallo

La presente crisis de deuda está dando aire a opiniones para todos los gustos, desde las más sensatas a las más estrafalarias.

Entre las opiniones estrafalarias encontramos no sólo las de los palmeros del Gobierno, más que dispuestos a seguir apoyando al socialismo manirroto –a ver si algún día cae alguna carterita ministerial o, cuando menos, alguna regalía–; también están ahí las de aquellos que no tienen una filiación política clara pero que, por obra y gracia de la prima de riesgo, ven peligrar su modo de vida y no dejan de repetir tonterías.

Sin entrar en demasiados detalles, no está de más que refutemos algunas majaderías y dejemos algunas cosas claras.

"Es un ataque coordinado de los mercados"

Que no... No seamos cazurros. Los mercados no atacan, se defienden de nuestra insolvencia. El pánico que estamos padeciendo está del todo justificado por el estado de nuestra economía. La banca francesa y la alemana están hasta arriba de deuda periférica: nada desean menos que una subida de los tipos de interés, cuyo único efecto sería reducir aún más el valor de mercado de sus activos.

Aquí no hay lobos con ganas de comerse a sí mismos. Lo que sucede es, simple y llanamente, que debemos una billonada no sólo a corto plazo, también a 10 o 30 años vista. ¿Alguien en su sano juicio puede asegurar que no tendremos el menor problema financiero en las próximas tres décadas? Yo, desde luego, no lo haría, y entiendo perfectamente que los inversores quieran cubrirse frente a unas pérdidas cada vez más probables. Es cierto que en algún momento puede reconducirse la situación, pero con un 20% de la mano obra viviendo del crédito extranjero recomendaría, como mínimo, la moderación del optimismo patrio.

"España no está tan mal: su deuda pública está por debajo de la media"

Sí; y su deuda privada está muy por encima... Para empezar, nuestra deuda exterior neta se sitúa en torno al 100% del PIB. Es decir, para saldar nuestros pasivos externos tendríamos que pasarnos un año sin comprar un solo bien de consumo o de capital y regalárselos –todos– a nuestros acreedores extranjeros.

Es cierto que podemos ir repagando poco a poco, año a año, nuestra deuda, pero para ello es necesario que exportemos más de lo que importamos, y no lo estamos haciendo. De momento, seguimos acumulando cada año déficits exteriores del 5% del PIB, algo así como la mitad del gasto anual en pensiones. Las cosas pueden cambiar, sí, pero a corto plazo no lo harán, pues no hemos procedido a adaptarnos a la producción de otros bienes, y eso lleva su tiempo (a menos que optemos por la alternativa sucia de salirnos del euro y devaluar para que nuestros acreedores se queden con cara de tontos). Es decir, nuestra deuda exterior seguirá subiendo y nuestro margen para repagar, cayendo.

Esas terroríficas cifras sólo se refieren a nuestros pasivos exteriores; si miramos los totales, nos vamos a más del 350% del PIB. Muchos economistas creen que los únicos relevantes son los exteriores, pues los internos "nos los debemos a nosotros mismos". Craso error. Del mismo modo que sería catastrófico para un país que su producción interna de alimentos se interrumpiera (aun cuando no vendiera al extranjero), también lo sería que impagara selectivamente a sus acreedores internos. Los ahorros arduamente acumulados de familias y empresas se evaporarían en un instante, en un proceso de expropiación encubierta. La desestructuración económica sería de tal calibre, que nuestra producción interna –y nuestro nivel de vida– sufriría una caída en picado.

"Esto se arreglaría con una actuación conjunta europea"

No sé muy bien qué significa eso, salvo que Zapatero no quiere tomar las medidas que debe para afianzar la credibilidad del país. Se me ocurre que lo más inmediato sería crear un eurobono, que permitiera a España seguir viviendo por encima de sus posibilidades; pero no con cargo a su pobre y deteriorado crédito, sino al del contribuyente alemán. A España le vendría de lujo, claro: comprar sin pagar. Lo que no tengo tan claro es que los teutones aceptasen pagar tal fiestorro. En todo caso, espero que no lo hagan.

Si descartamos el eurobono, sólo se me ocurren tres alternativas, muy predicadas estos días: la prohibición conjunta de las ventas al descubierto, la creación de una agencia europea de rating y la monetización de la deuda periférica por parte del BCE.

– "Esto se arreglaría prohibiendo las ventas al descubierto"

Las ventas al descubierto no tienen prácticamente nada que ver con lo que estamos viviendo. Es cierto que quienes venden unos títulos de deuda que no poseen están contribuyendo a reducir el precio de los mismos, pero si los fundamentos de la economía fueran buenos... esos títulos encontrarían rápidamente compradores. El hecho de que nadie los esté comprando en suficiente cantidad como para estabilizar los tipos de interés sólo indica que la perspectiva negativa tiene mucho más peso que la positiva. Por tanto, los inversores bajistas sólo están contribuyendo a acelerar que los precios se coloquen allí donde la percepción mayoritaria de los prestamistas considera que deberían estar.

En Italia se han prohibido las ventas al descubierto sobre las acciones de los bancos locales, pero eso no ha impedido que sus cotizaciones hayan caído más de un 10%.

– "Esto se arreglaría creando una agencia pública de rating"

Las agencias de rating ya muestran una enorme complicidad con los Estados. No por casualidad son éstos quienes, al convertirlas en un oligopolio privado, les proporcionaron las fuentes de su negocio. Dicho de otra manera: si por algo se caracterizan estas agencias de calificación es por tender a inflar el rating de las deudas soberanas (en el caso de España, la pérfida Moody's lleva tiempo dándonos un trato de favor en contra de las percepciones del mercado). Entiendo que muchas personas puedan creer que las notas que emiten están manipuladas o equivocadas, pero nadie les obliga a hacerles caso. Si quieren comprar deuda recién degradada y que por tanto cotice a un precio ventajoso, pueden hacerlo sin restricciones. Los bancos y demás instituciones financieras, en cambio, están obligados por regulaciones como Basilea II a poseer un patrimonio neto acorde con el riesgo de sus activos, y el riesgo de esos activos se equipara con la calificación otorgada por las agencias de rating.

La solución sería bastante sencilla: abrir a la competencia el mercado de las agencias de calificación y que el Estado deje de regular a las instituciones financieras. Así, estas agencias se convertirían en meras y prescindibles consultorías o casas de análisis. Pero no, el socialismo no puede aflojar las hiperregulaciones que padecemos, de modo que ha de dar una vuelta de tuerca a las intervenciones: si no nos gustan las notas que nos dan, creemos nuestra propia agencia de calificación para engañarnos a nosotros mismos. El mal estudiante poniéndose la nota del examen; ver para creer.

En cualquier caso, si creáramos una agencia de calificación pública, su credibilidad sería tan baja –en tanto en cuanto su pecado original sería el nacer única y exclusivamente para inflar las notas según la conveniencia de los políticos–, que nadie le haría el más mínimo caso. Ya sabemos cómo se las gastan los políticos en momentos de tribulación: no paran de mentir. El Principio Juncker en toda su esencia: "Cuando las cosas se ponen serias, tienes que mentir". Pues, ea, agencia de rating pública al canto.

Los únicos beneficiados, por cierto, serían los bancos, cuyos activos siempre tendrían, especialmente en momentos de dificultades, una nota de Triple A. Tanto tiempo diciendo que tenemos que obligarles a estar adecuadamente capitalizados para luego permitirles que se engañen y que nos engañen.

– "Esto se arreglaría si el Banco Central Europeo comprara toda la deuda de los periféricos"

La última ocurrencia es la que este martes puso en práctica Trichet: comprar/monetizar deuda periférica. La operación tiene numerosos riesgos y escasas virtudes. Empecemos por las (pocas) virtudes: los Piigs reciben respiración asistida, la presión sobre sus tipos de interés se relaja y pueden seguir vendiendo deuda a través de la dilución del valor del euro. Ahora bien, ¿para qué les regalamos el tiempo? No parece que para que terminen de ejecutar sus planes de ajuste, sino más bien para todo lo contrario: para que los gobiernos puedan seguir acumulando déficits hasta el próximo estallido de los tipos de interés. Es decir, su principal virtud, a la luz de la actitud de nuestros políticos, es también uno de sus principales defectos.

Pero tal vez no el principal. El BCE está prestando a tipos de interés artificialmente bajos a unos países que no encuentran financiación en el mercado salvo a tasas disparatadas. Es decir, el BCE, que debería ser la institución más líquida del sistema financiero, se está llenando de basura. Luego pasa lo que pasa: por ejemplo, que tiene 70.000 millones de deuda griega y que se tendrá que comer una quita de entre el 30% y el 50%, lo que puede que le aboque a una previsible quiebra.

Esto de monetizar deuda no es más que una huida hacia delante; una huida que, sin embargo, y en contra de lo que se dice, no supone doblegar a los especuladores, sino todo lo contrario. Es cierto que quienes hayan vendido al descubierto pueden verse forzados a cubrir sus posiciones con pérdidas. Pero también es verdad que quienes se han negado a comprar deuda soberana a la espera de que sus tipos de interés aumentaran –y por tanto han sido cooperadores necesarios de los vendedores al descubierto– han recibido un inmerecido premio. Al cabo, cuando el BCE ha monetizado deuda, los tipos de interés han vuelto a caer, de modo que los especuladores que han esperado a comprar la deuda en su punto más alto habrán obtenido una importante tajada. Así es normal que pase lo que pase: si sabemos que las subidas de tipos están capadas por arriba, sólo es necesario dejar que los tipos se disparen... a la espera de que el BCE empiece a monetizarlo todo.

Conclusión

Dejémonos de zarandajas. El problema de fondo no es que nos odien los pérfidos alemanes o los malvados franceses, sino que debemos muchísimo dinero y que tenemos una tasa de paro del 20%. Sí, del 20%. Un quinto de nuestra población laboral vive del crédito extranjero. ¿Qué perspectiva hay de que esto cambie? De momento, ninguna, y si añadimos a la ecuación que Grecia va a quebrar (y por tanto a descapitalizar a nuestros prestamistas), que Portugal e Irlanda podrían seguir el mismo camino, que no se conoce el volumen real de nuestra deuda pública y que Italia también se tambalea, ¿a alguien le extraña que estemos como estamos?

No echemos más balones fuera y asumamos nuestras culpas: el país no puede seguir así. Si la izquierda prefiere la quiebra a renunciar a sus dogmas (necesitamos menos gasto, menos impuestos y menos regulaciones), que lo diga a las claras, pero al menos que no insulte a quienes nos siguen prestando. ¿Se imaginan que una familia morosa vaya a incendiar la sucursal bancaria, a ver si así ve mejorada su credibilidad ante el director de la oficina y consiente en renovarle el crédito? Vaya papelón que estamos haciendo como país, por culpa de nuestros ignorantes políticos, de sus iluminados defensores y de sus apesebrados comunicadores.

JUAN RAMÓN RALLO, jefe de Opinión de LIBERTAD DIGITAL.

sábado, 9 de julio de 2011

Innovación e iniciativa privada , las claves del milagro económico israelí

A lo largo de su difícil historia, el pueblo judío ha podido salir adelante económicamente e, incluso, prosperar. Llegaron a ser exitosos comerciantes, médicos y financieros, y ocuparon importantes puestos en las administraciones. Las continuas persecuciones que sufrieron dañaron su prestigio y les hicieron perder riquezas materiales, pero no pudieron destruir su activo más valioso: los conocimientos teóricos y prácticos, destrezas y habilidades (lo que los economistas llaman capital humano).

Tras casi 2.000 años de Diáspora, a principios de siglo XX los primeros judíos sionistas se establecieron en Palestina, donde formaron las primeras comunidades agrarias colectivas (kibutz) que más tarde jugarían un papel importante en el nacimiento del Estado de Israel en 1948.

Estas comunidades pusieron los primeros cimientos del futuro Israel, gracias a su enorme trabajo, dedicación y devoción por el ideal sionista. A pesar de su ideología y de su forma de organización socialista, los promotores de estos movimientos se caracterizaron por su pragmatismo y no por su dogmatismo.

Así, buena parte de los kibutz se han transformado y abierto hacia el mercado y la propiedad privada durante las últimas décadas. Muchos se han convertido en empresas cooperativas privadas y algunos incluso cotizan en los mercados de valores. Recientemente uno de estos kibutz, dedicado a la producción de lentes multifocales, vendió a la compañía óptica más grande del mundo, Essilor, la mitad de su fábrica por 37’5 millones de dólares, convirtiéndose en el kibutz más rico de Israel.

Dos mentalidades económicas: estatismo vs. liberalismo

El economista Milton Friedman resumió sus impresiones acerca de su primera visita a Israel en 1962 contraponiendo las dos tradiciones enfrentadas que coexistían en el país. Por un lado, una tradición moderna de confianza en el gobierno paternalista y rechazo del libre mercado. Y por otro, una tradición antigua surgida por las necesidades de la Diáspora y caracterizada por la responsabilidad individual y la cooperación voluntaria; la habilidad de sortear los controles gubernamentales y usar el ingenio judío para aprovechar oportunidades de negocio.

Desde la segunda mitad de la década de 1980, momento en que comenzó una importante oleada de privatizaciones, la segunda tradición parece haber dominado la política económica del gobierno israelí, abandonando años de políticas socialistas. Las políticas pro-mercado implementadas por Benjamin Netanyahu como ministro de Finanzas en 2003, tras una recesión de dos años, encajan en esta línea.

Estas políticas fueron los primeros pasos del objetivo declarado de convertir a Israel en el Hong-Kong del Oriente Medio por su excepcional libertad económica y prosperidad. Estos primeros pasos consiguieron liberalizar la economía, reducir la regulación y la intervención estatal, además de revertir una peligrosa tendencia hacia la quiebra del Estado. Según el think-tank Jerusalem Institute for Market Studies (JIMS) en declaraciones a Libre Mercado, "las reformas de Netanyahu no sólo salvaron a la economía de Israel de la insolvencia, sino que también la pusieron en el camino hacia el crecimiento sostenido". Desde 2003 a 2009, el PIB creció a una media anual del 4%.

Los analistas coinciden en señalar el carácter emprendedor e innovador de la economía israelí y su buen aprovechamiento de las oportunidades que genera la globalización. Para el emprendedor Martin Varsavsky, la clave del éxito reside en "el espíritu emprendedor del pueblo israelí y el apoyo del gobierno que entiende y promueve este espíritu". Según el JIMS, el hecho de que estén representadas alrededor de 70 nacionalidades en el país y de que la mayoría de los israelíes sean inmigrantes o nacidos de inmigrantes les hace más dinámicos, innovadores e inclinados a abrir negocios y arriesgarse. "Cada grupo de inmigrantes trae con ellos un conocimiento especial que luego convierten en una oportunidad económica". Otros expertos apuntan a factores culturales que favorecen la toma de riesgos y la perspicacia empresarial, debidos a la peculiar historia del pueblo de Israel o a la experiencia del ejército por la que casi todos los jóvenes tienen que pasar.

'Doing business'

La estabilidad y adecuación de las reglas del juego (marco institucional favorable a las actividades productivas) son otro factor que juega a favor del dinamismo del sector privado de Israel. Así, en el indicador Doing Business del Banco Mundial –que clasifica 183 países según su mayor o menor facilidad para hacer negocios-, Israel está en el lugar 29 de 183 países, muy próxima de Suiza u Holanda (España, en cambio, se sitúa en el lugar 49). Como ya relató el gerente de Ex -Sight Elazar Lozano a Libre Mercado, las trabas burocráticas y administrativas a los emprendedores e innovadores en Israel son ridículas en comparación con España.

Y lo que es más, desde las autoridades públicas se trata de mimar a los emprendedores con gestos inusuales en otras partes del mundo. Recientemente el gobernador del Banco Central de Israel, Stanley Fischer –reputado académico y anterior alto cargo del FMI-, fue a hablar a un evento de pequeños emprendedores israelíes (juntados en un garaje destartalado) donde les agradeció por su labor y esfuerzo a la hora de generar riqueza, innovación y empleo.

Por todas estas razones, Israel es uno de los centros de innovación más importantes en el mundo. Los datos no dejan lugar a la duda: Israel, con sólo 7 millones y medio de habitantes, tiene más start-ups (compañías de reciente creación con gran potencial de crecimiento normalmente vinculadas a sectores de alta tecnología) cotizadas en el índice bursátil tecnológico Nasdaq que todos los países europeos juntos. No en vano, el libro reciente más conocido sobre la economía israelí se titula Start-up Nation: The Story of Israel’s Economic Miracle (Una nación de start-ups: La historia del milagro económico de Israel). Además, su industria de capital riesgo (venture capital) es una de las más importantes del mundo.

La recesión

Desde el punto de vista de la coyuntura de corto plazo, las cosas parecen marchar realmente bien, al no haber sufrido una recesión tan profunda como en otros países. De hecho, el Banco de Israel fue el primer banco central del mundo desarrollado que subió los tipos de interés al advertir signos de recuperación económica.

Según datos del Fondo Monetario Internacional, la economía de Israel creció por encima del 4’5% en 2010, y se estima que crezca en 2011 y 2012 por encima del 3’5% (en España, en contraste, la economía se contrajo un 0’1% en 2010, y se estima que crezca un 0’8 en 2011 y un 1’6 en 2012). Asimismo, su tasa de desempleo permanece considerablemente baja, tan solo el 5’8% en el último mes de Junio de 2011, mientras que el pasado año era del 6,7%. No obstante, en la economía israelí persisten problemas y amenazas que no deben olvidarse, y a los que haremos referencia en los próximos días.

Fuente:libertaddigital.com

miércoles, 6 de julio de 2011

Las cuentas de la sanidad pública - Emilio J. González


Hospital" A. Marcide" - Ferrol

Dice el Gobierno que la autonomías necesitan 8.000 millones de euros adicionales para cuadrar las cuentas de la sanidad pública y, como no cabía esperar menos si se tiene en cuenta que los sistemas regionales de salud más deficitarios son el catalán y el andaluz, el Ejecutivo se halla presto a acudir en su socorro con esa cantidad, que no sé de dónde la va a sacar si no es a costa de incumplir los planes de reducción del déficit presupuestario. Y el PP, para no ser menos estando como estamos a pocos meses de unas elecciones generales, dice que con esa cantidad no hay ni para empezar: se necesitan 15.000 millones de euros. Y digo yo, con todo el dinero que manejan ya los gobiernos regionales, ¿por qué hay que darles todavía más para sufragar este servicio público?

A un servidor le parece que estando como estamos inmersos en una grave crisis fiscal, toda la clase política y todas las administraciones de este país deberían embarcarse en un ejercicio de redefinición de prioridades del gasto público con una restricción de partida: que los ingresos tributarios ya no van a ser, ni de lejos, lo que eran. Si consideran prioritario que la sanidad siga siendo un servicio público, que las administraciones encargadas de su gestión retiren recursos de otras partidas de menor importancia, que en los presupuestos autonómicos las hay a miles. Y si no quieren transitar por esa senda, tienen otras varias opciones a su alcance. Pueden, por ejemplo, introducir el copago para financiar esos mayores gastos y, sobre todo, para acabar con la demanda gratuita e infinita de estos servicios; pueden privatizar la gestión del servicio y limitarse a garantizar la universalidad y la calidad del mismo; o, incluso, pueden subir impuestos para seguir derrochando como lo están derrochando; lo cual, por cierto les obligaría a dar muchas explicaciones a los ciudadanos acerca de qué hacen con los dineros del contribuyente y a arriesgarse a las protestas de éstos. Vamos, que posibilidades las hay. Entonces, ¿por qué esa insistencia en más recursos para la sanidad sin detraerlos de otros capítulos de gasto, del todo punto innecesarios?

Creo que ya va siendo hora de que los políticos se mentalicen de una vez por todas de que el dinero del Estado es de todos, que sale del esfuerzo de todos y que, por tanto, tienen que administrarlo con responsabilidad y celo. Esos recursos no se ponen a su disposición para que hagan literalmente lo que quieran con ellos, sino para satisfacer unas demandas sociales, acertadas o no, de servicios públicos. Todo lo demás no son más que caprichos o sistemas de clientelismo político a costa del bolsillo de los ciudadanos, con los que hay que acabar de una vez por todas. Por ello, me niego a que se dé más dinero para financiar la sanidad. Quien lo necesite o lo quiera, que recorte otros gastos para compensar.

Fuente:libertaddigital.com


domingo, 3 de julio de 2011

Manuel Pizarro radiografía una España "desfallecida"


Pizarro con Aznar y Cospedal

El Campus FAES contó en su segunda jornada con un invitado de excepción: Manuel Pizarro, que hizo un diagnóstico muy duro de la situación que atraviesa España para llegar a la conclusión de que "el mayor trabajo" de Mariano Rajoy, una vez llegue a La Moncloa, "será reconstruir las instituciones de un país desfallecido".

Pizarro fue especialmente clarificador sobre el modelo de las comunidades autónomas, compartiendo con José María Aznar -también presente en el acto- que es inviable que las regiones bien parezcan mini-estados. "Entiendo que haya diferencias, pero no desigualdad", destacó el que fuera presidente de Endesa, para denunciar los "privilegios para determinadas comunidades a cambio de otros determinados privilegios".

Y es que, según afirmó, "el que quiera tener embajadas, que las tenga, pero que sepa que tendrá peores hospitales", en referencia a la situación que atraviesa Cataluña. En su opinión, no pueden existir "federalismos asimétricos".

Éste es sólo uno de los muchos palos que el PP tendrá que solucionar si accede al Gobierno. Pizarro, que fue el fichaje económico de Rajoy en las anteriores elecciones generales y ahora ya está completamente apartado de la vida política, no dudó en definirse "orgullosísimo" de su paso por Génova, pero advirtió a sus antiguos compañeros que "el trabajo mayor no va a ser la economía".

"La labor que queda por delante es muy importante porque habrá que ajustar decimales de eficiencia que son decimales de libertad y de funcionamiento institucional adecuado", explicó Pizarro, ante un público entregado. Unas instituciones que tendrán que ser "restauradas" para que vuelvan a servir "a todos los españoles".

"El sistema financiero no podrá funcionar sin instituciones que hagan su trabajo de supervisión", continuó, dando un tirón de orejas general al elevar a la opinión pública que "esta crisis es un problema moral, de principios" como se comprueba en que "ha habido banqueros que no han respetado su oficio y no han hecho de banqueros, pero luego todo el aparataje institucional tampoco ha funcionado".

Pizarro, que también estuvo con María Dolores de Cospedal, llamó a la "ejemplaridad" dedicándole un capítulo especial a la Justicia: "El Estado tiene que hacer cumplir los contratos. Tiene que otorgar seguridad jurídica a las empresas. Al empresario le gusta el riesgo, pero lo que no le gusta es la incertidumbre ni que le estén cambiando las reglas de juego a las primeras de cambio", resumió.

La corrupción política también fue abordada por Pizarro: "Es el cáncer de las sociedades abiertas. Hay que atacarlo de cualquier manera a través de las instituciones" pues "no solamente es que alguien se lleve el dinero que es de los demás, sino que el que hacer la carretera no es el que la hacer mejor, sino el que más paga por hacerla". Por ello, instó a "limpiar las instituciones y a desatascarlas" y, para conseguirlo, pidió mano dura. "Castigar y censurar socialmente al que no lo ha hecho bien".

Y, ante todo, lo que reclama Pizarro al futuro Gobierno de Rajoy es libertad: de comercio, civil, en el flujo de información... "Es un elemento esencial para la recuperación y sin la que no hay justicia ni sociedad de oportunidades", concluyó.

Fuente:libertaddigital.com

sábado, 2 de julio de 2011

La economía explicada a Zapatero y a sus sucesores - Pedro Schwartz


Temo que las lecciones de estas tres tardes no hallen favor con mis lectores, sobre todo si son políticos (o sindicalistas). La doctrina que contienen es exigente. Incita a evitar errores muy difundidos y sobre todo a no lanzarse a la acción y la legislación sin antes considerar las posibles consecuencias inesperadas de cuanto se hace en sociedad.

El origen de este libro, la pretensión de Jordi Sevilla de enseñar economía al presidente Zapatero en "dos tardes", me ha llevado a criticar la idea de que hay ciencias económicas alternativas, a disposición de los ciudadanos según sea su ideología. Recuerden lo dicho en la introducción: sea uno socialista, conservador o liberal, "lo que no pué ser no pué ser y además es imposible". ¡Cuidado!, no he dicho yo que no haya más que una política económica y social posible: no hay que echar la mirada en derredor para ver que son casi infinitas las propuestas de organización de la sociedad que corren por el mundo. Sólo digo que hay que estar a las consecuencias de cada régimen económico y que esas posibles consecuencias se descubren con ayuda de la ciencia. Las políticas propuestas por algunos sabios me retrotraen a la época de las sangrías como método de curación de nuestros males.

Desde el principio he anunciado que éste es un libro diferente de los muchos que corren sobre la situación económica de España y Europa, un libro que pretende exponer los fundamentos de la teoría macroeconómica. Sin embargo, en la primera tarde he incluido un corto capítulo sobre lo que nos ha pasado en 2008 y 2009, por una razón principal: en muchos análisis de la crisis que aún nos azota se olvida que tuvo su origen en un deficiente comportamiento de las autoridades públicas, luego magnificado por las finanzas privadas. Fue la política del Congreso americano de hacer realidad a toda costa el sueño americano de que toda familia fuera dueña de una casa la que hinchó la burbuja inmobiliaria en EEUU. Aún no se han atrevido las autoridades de aquel país a enfrentarse con la quiebra de Fannie Mae y Freddy Mac, aunque sí han estado muy valientes con los especuladores de Wall Street. También hay que culpar a la Reserva Federal y los otros bancos centrales de una política irresponsable de intereses bajos y manipulación monetaria.

La segunda tarde la dediqué a criticar viejas teorías falsas y bien falsas, que aún tienen predicamento en la opinión, incluso académica. Todas ellas las he referido a autores ilustres, a cuya autoridad se suele apelar para darles más peso. Ni la financiación inflacionista contribuye al crecimiento continuado y sólido de los países; ni es cierto que el capitalismo esté abocado al estancamiento o el derrumbe; ni es verdad que "para distribuir antes hace falta producir", como si producción y distribución no fueran parte de un mismo proceso; ni es sostenible el Estado de Bienestar, aunque otra cosa nos sugieran generosos impulsos; ni es prudente centrarse en los defectos del mercado sin recordar los muchos fallos del Estado.

Lo esencial de este libro se encuentra en la tercera tarde. Ahí explico diez pasos hacia la sabiduría macroeconómica. Los hemos dado apoyados en diez escalones constituidos por otras tantas regularidades de la economía, observables en el largo plazo.

Alicia, desde el país de las maravillas, nos avisa de que la sociedad no es una máquina, manejable por una autoridad desde arriba, compuesta por piezas inertes y obedientes. Los individuos tenemos nuestros planes y nuestras expectativas y somos tan rebeldes como el flamenco y el erizo con los que la pobre intentaba jugar al cróquet.

La experiencia de la educación privada en África e India nos recuerda las virtudes de la competencia, incluso en un terreno tan publificado como la educación. La competencia no es una lucha a muerte, en la que el más fuerte elimina a los más débiles, ni es una lucha por la supervivencia como en el equivocado concepto de los darwinistas sociales de finales del siglo XIX. Como el propio Darwin subrayó, en la naturaleza gran parte de esa supervivencia se basa en la cooperación. Esto es aún más cierto en el mercado, donde la competencia sirve a los consumidores, pero sobre todo obliga a los productores a mejorar.

La tercera lección recuerda la leyenda de Midas, cuya ambición le llevó a pedir a Apolo que le concediese el don de convertir en oro todo lo que tocara. El hambre le llevó a renunciar a su don. De igual manera han de arrepentirse quienes creen que la abundancia de dinero trae la prosperidad a las sociedades. Las excesivas emisiones acaban en subidas de precios. La financiación de los gastos del Estado con moneda termina en inflación.

En estas diez lecciones aparece más de una vez la figura de Milton Friedman, que en vida fue como un pararrayos para la ira de los progresistas. Su descubrimiento de que es imposible reducir permanentemente el paro con la política monetaria y su defensa de la racionalidad de las expectativas de los trabajadores le llevó a descubrir un extraño fenómeno: que el desempleo vuelve al nivel determinado por las instituciones del mercado de trabajo. Esa tasa de paro natural será tanto más alta cuanto más imperfecto sea ese mercado.

Al euro lo he llamado "la moneda del Dr. Frankenstein". Sé que esa apelación es un poco melodramática. Mis razones son que el euro es una moneda artificial creada con fines políticos y que es demasiado rígido para servir de divisa a un conglomerado de países que detestan la flexibilidad. Por eso me pregunto si no habría sido mejor crear una moneda paralela, libremente elegida por los europeos que quisiesen contratar sobre bases firmes. Es otra de mis propuestas con pocas probabilidades de que la adopte nadie –hasta que sea inevitable–.

Hubo un momento al principio de este siglo en que pareció que los vaivenes del ciclo económico eran cosa del pasado. Pronto hemos sabido que el ciclo es una característica necesaria de un sistema como el capitalista, en el que los choques tecnológicos y de productividad ocurren aleatoriamente y arracimados. La destrucción creativa de estas inversiones no debe combatirse si queremos vivir en una sociedad de progreso. Los ciclos deben dejarse correr, mientras no deriven en el resquebrajamiento de la moneda.

En la segunda tarde ya indiqué que los temores de los malthusianos parecían excesivos. En un capítulo escrito bajo la advocación de la apuesta de Julian Simon he expresado mi creencia de que la limitación de los recursos naturales no tiene por qué suponer que el crecimiento económico vaya a detenerse pronto. En especial, la cuestión del clima no debe llevarnos a tomar medidas casi histéricas, porque es muy probable que el avance técnico nos ayude a resolverlo o al menos paliarlo antes de que desemboque en una catástrofe general. Hoy día, el principal recurso productivo es el cerebro de los humanos y su principal expresión, los rendimientos crecientes de la economía del conocimiento.

La cuestión de los límites de la deuda se ha planteado de manera dramática durante esta crisis. He querido hacer ver que los déficit públicos y la deuda o la inflación con las que se financian no son sino otra forma de impuesto. Todos esos modos de financiarse el Estado se alimentan de la misma fuente, la capacidad de crecimiento de la economía. Por ello, el problema de la deuda nos obliga a enfocar nuestra atención en las limitaciones del crecimiento traídas por las intervenciones legislativas y políticas típicas de nuestras democracias.

La última lección es la más dura de todas. Robert Lucas, con su modelo de mercados eficientes y expectativas racionales, nos señala que las autoridades deberían descartar las medidas aisladas de política económica. Dado que los individuos adivinan y descuentan las políticas públicas, las autoridades deberían pensar en regímenes más que en medidas de política económica, en crear unos regímenes de reglas simples y estables.

Qué hacer en el día a día

Todo esto es muy bonito, dirán los lectores con alguna experiencia política. Pero ese no es el día a día de los gobernadores de los bancos centrales ni de los ministros de Economía. Los gobernadores tienen que tomar decisiones de política monetaria empujados por las incidencias de los mercados financieros. Los ministros tienen que cuadrar los Presupuestos, encontrar recursos para financiar los gastos, tomar medidas para resolver las angustias de sectores en crisis, alcanzar compromisos con fuerzas políticas y sindicales que no le son siempre favorables, inducir a los votantes a que apoyen el partido gobernante. Dirán que recomendarles que se sujeten a un régimen de reglas simples y estables es creer que to er mundo es güeno.

Por dar un ejemplo, veamos los problemas que ahora se le han planteado al Gobierno español por la presión de los mercados y las exigencias de otros gobiernos de la Unión Europea. Son cuatro: la reforma de las pensiones, la reforma del mercado de trabajo, la solidez de las instituciones financieras y la financiación de la deuda. Aquí no caben consideraciones a largo plazo, sino parches a corto, alegarán con un punto de desesperación.

El sistema de pensiones se ha consolidado gracias a una quita disimulada, que los interlocutores sociales han aceptado y los mercados internacionales entendido. No ha habido reforma del mercado de trabajo, pero la opinión internacional se lo ha creído. En apariencia, aunque no en realidad, se han saneado las cajas de ahorro y los bancos, aunque los activos inmobiliarios dañados siguen pudriéndose en el sótano. Mal que bien, el Gobierno español ha conseguido arreglar estos tres puntos.

Más peligrosa es la situación financiera de España, por dos razones: la deuda de autonomías y ayuntamientos no está controlada; y si Portugal fuera intervenido y Grecia e Irlanda tuviesen que reestructurar, volverían las dudas sobre la deuda española.

Esta es la labor cotidiana de las autoridades económicas de los países, que a la fuerza tienen que olvidarse de los diez pasos de conocimientos económicos estudiados en la tercera tarde. ¿Pretende usted, me dirán, que las sociedades democráticas se contengan de pedir y aplicar medidas puntuales (como hoy se dice en mal español) para resolver el problema de la violencia en los colegios o cercenar el intrusismo en la industria del taxi? ¿Verdaderamente cree usted posible que los gobiernos se limiten a promulgar unas reglas sencillas y estables para la regulación del mercado de trabajo o para la fiscalidad de los planes de jubilación? Usted sueña. Es usted un iluso, señor Schwartz.

Sí, es verdad. Me ilusiono con que la economía y las instituciones de nuestro país se parezcan cada vez más a las de Alemania o Suiza y cada vez menos a las de Argentina.

NOTA: Este texto es el epílogo de LA ECONOMÍA EXPLICADA A ZAPATERO Y A SUS SUCESORES, que acaba de publicar Espasa. Su autor, PEDRO SCHWARTZ, acudirá este sábado (16,30-17,30) a LD Libros a hablar de esta su más reciente obra.