En estos momentos de incertidumbre política y económica , cuando el estado a traves del gobierno y otras instituciones interviene cada vez más en la vida de los individuos , restringiendo su libertad día a día en aras de un supuesto " bien común" , queremos contribuir desde este blog a difundir los principios del liberalismo , cada vez más necesarios para conservar la libertad y la iniciativa como ciudadanos.

martes, 15 de junio de 2021

Los penúltimos días de Escohotado: "Ya tengo ganas de morirme"

                                                                         


           Intrahistoria de nueve meses de conversaciones, hachís y ajedrez del periodista Ricardo F. Colmenero con el filósofo en su retiro de Ibiza. "Soy muy consciente de que soy un chalao"

Escohotado tiene una forma muy rara de morirse. Igual que algunos elefantes africanos abandonan la manada cuando ven acercarse sus últimos días, Antonio abandonó hace ya un año a su familia en Galapagar y se metió en una cabaña en la isla de Ibiza con su ordenador, frente al que no pasa menos horas de las que pasaría en un sarcófago, estudiando, por ejemplo, la fonética noruega, o la geología de Islandia.

«Veo a otros viejos de mi edad intentando evitar, o saber, lo inevitable, y me da pena, y me da orgullo. Pena de ellos y orgullo de haber llegado a mi situación, donde prestarle atención a la fonética noruega, y a la geología de Islandia, es lo único que me permite sentir lo previo, es decir, si la vida se despide, yo me despido antes, ¿tú pataleas ante lo inevitable? Yo no. Me provoca placer aprender, obviamente. Muchísimo. Más que cualquier otra cosa. (...) La curiosidad, joder, tiene unos placeres muy gordos. Por favor, Ricardo. Me amplía el alma. Me da la sensación de que soy más. Porque soy menos Antonio Escohotado Espinosa y soy más mundo. Soy más realidad. Me da la sensación de que con eso hago la muerte más benévola», cuenta.

Empecé a entrevistarle, o algo así, una mañana de septiembre, y aquí seguimos, nueve meses después. El resultado es Los penúltimos días de Escohotado (La Esfera de los Libros), que sale a la venta esta semana, donde trato de descubrir en casi 300 páginas si uno de los hombres más inteligentes de la Tierra guarda el secreto del sentido de la vida y la inmortalidad del alma. Y de paso recoger los restos inmateriales del comunista, del voluntario del Vietcong, del directivo del Instituto de Crédito Oficial, del presidiario, de la cobaya de estupefacientes, del primer repudiado por políticamente incorrecto cuando aún no existía lo políticamente incorrecto, del escritor, del filósofo, del abogado, del economista, del astrofísico, del traductor de Newton y Hobbes, del líder espiritual de Calamaro, del enemigo de Maradona. Capítulos de una vida que, si los lees seguidos, uno tiene la sensación de haber vivido de atrezzo.

El profesor ha quedado reducido a una escuálida estatua de mármol a la que se le leen las venas como garabatos en un pergamino. Ahí está escrita la primera lección, que el saber no sólo no ocupa lugar, sino que parece devorar la materia. A veces da la sensación de que en cualquier momento Antonio Escohotado (Madrid, 1941) va a acabar de consumirse en una nube junto a su cigarrillo, como la bruja malvada del oeste, dejando tras de sí una camisa blanca que le da cierto aire de hospitalizado en un manicomio, o de filósofo griego, o de espectro adlib. O de todo eso junto.

Tampoco es que a Antonio le importe mucho morirse: «Pero morir con ganas o morir sin ganas, ahí es donde el ser humano se juega la vida. Tener ganas de morir como tengo yo. ¡Ganas de morir! Pero para tener ganas de morir hay que tener la sensación de vida cumplida».


 

Muchas veces las entrevistas se hacen muy largas porque no consigues arrancarle nada al entrevistado. Estás junto al pozo, dándole a la manivela, que es como los periodistas hacemos preguntas, pero no sale nada para llenar el cubo. Pero Antonio era como estar bajo una tempestad, y después de nuestro primer encuentro supe que no quería derramar el agua sobrante, sino seguir grabando su lluvia, sus rayos, truenos y centellas.

 

Antonio es un buen escritor y un mejor orador, pero creo que al leerle hablando alcanza la excelencia. Durante semanas me comentó las ganas que tenía de escribir un libro sobre lo políticamente incorrecto, pero que le faltaban las fuerzas, por lo que me ofrecí a que se despachara en más de 60 páginas de este libro: «Lo políticamente incorrecto es el mundo de la mentira. Que sea lo que yo querría que debiera ser. Pero para qué, si eso no sirve para nada. Enmendarle la plana a la naturaleza, tú, que eres un analfabeto. Pero esto en nombre de qué. Es acojonante».

Lo políticamente incorrecto es el mundo de la mentira

Y sucesivamente se fue despachando tema por tema. Desde la izquierda, de la que habla como ex comunista que de verdad corrió delante de los grises, a veces con Manuela Carmena: «Estoy avergonzado como hombre del PCE, como hombre de izquierdas, de los que ahora digamos, apoyan a Maduro, pero están mezclados también con el islam y con estimular a los niños neuróticos el odio a sus padres y en las mujeres neuróticas el odio a los hombres. Nunca pensé que pudieran a recurrir a cosas tan pequeñas, tan rastreras. Nunca lo pensé. Siempre pensé que izquierdas era benevolencia, amor al hombre. Esto no es amor».

Reparte también a los medios de comunicación: «Son una mezcla de catastrofismo, pensando que al público lo que le gusta es estar alarmado, y de sectarismo, de yo estoy con estos y tú con los otros».

El hombre que dejó su puesto de funcionario para irse a Ibiza a traducir a Patti Smith, o los 11 volúmenes del anónimo My secret life, desnudo en la playa con un magnetofón, mientras practicaba la revolución sexual, dedica otro capítulo a la discriminación positiva: «La palabra discriminación es tan maldita como la palabra asesinato, como la palabra rapto, como la palabra estupro o la palabra violación. El derecho surge para acabar con la discriminación. Que tengan los santos huevos de meterla en el derecho es propia de un país descerebrado. Han concedido a las mujeres un derecho que no existe. Y que por supuesto las malas van a ejercer de la forma más tiránica y más injusta».

En otro habla de la extrema derecha, que dice que «no existe, es un camelo, un fantasma inventado por la extrema izquierda, que sí que existe, la izquierda controlista, la izquierda absolutista, digamos, la izquierda bolchevique. Esa sigue existiendo y con buena salud. Y tiene que tener un reflejo especular y, si no hay, pues se lo inventa».

En otro sobre el derribo de estatuas en Latinoamérica: «El tiempo que tarda un cuerpo en cerrar una herida es el signo que distingue a los agonizantes de los sanos. Es decir, que Japón tiene muchas plaquetas y Latinoamérica ninguna. Latinoamérica babosea en la agonía».

 


A veces da la sensación de que confirmaría su tesis sobre lo políticamente incorrecto si se le acabara censurando por políticamente incorrecto. De la memoria histórica dice: «A la salvajada de la Ley de Memoria Histórica habría que llamarla ley de la desmemoria, de la mentira institucionalizada. ¿Qué quiere decir? Yo voy a decretar la veracidad. ¡Ah! ¿La verdad va a ser decretada, no va a ser descubierta? ¡Ah! Muy bien».

Y de ahí el autor de la trilogía económica Los enemigos del Comercio critica a un Occidente que parece haber olvidado la importancia del dinero para el bienestar de la especie, a cambio de dedicarse a otros menesteres: «O se apiada de nosotros China, y dudo que se apiade, porque nos hemos portado muy mal con ellos desde hace mucho tiempo, o lo vamos a tener muy mal. Francamente, vamos a tener lo que nos merecemos. Hemos estado en la cumbre y se nos ha ocurrido que queremos montar un discurso desinteresado por la verdad, la justicia y el sentido. Pero, ¿por qué se te ocurre montar un discurso sobre eso? ¡Qué cosa más artificiosa! ¡Más estúpida!».

Y no parece que la juventud vaya a cambiarlo: «Si el hombre se apega a sus formas más corpóreas y elementales nunca vuela, y nunca llega a ser hombre. En el siervo está la semilla del sabio y en el amo la semilla del consentido. Muchos jóvenes encuentran dificultad en amar algo. Por una parte no les apetece salir del nido, que es el impulso de todos los pájaros, aventurarse, buscarse la vida. Porque para aventurarse y ganarse la vida hay que hacerse útil, y eso todavía les interesa menos, porque no han aprendido a perder el tiempo, querido amigo. Esta es la tragedia contemporánea».

Igual que cayó la Unión Soviética colapsará el Estado autonómico español

De nuestros políticos tampoco se olvida, y sobre ellos augura la caída del estado autonómico: «Igual que cayó la Unión Soviética. Igual. Por desintegración interna colapsará el Estado autonómico español. Y todo el mundo dirá, pero esta tontería qué ha sido. Se irán a paseo un millón de políticos, porque los otros 40 millones les dirán: 'Señores, no vamos a pagar más vuestra vida. Se acabó. Ya la hemos pagado casi cincuenta años. Ni un día más'. Pues eso pasará».

Antonio es un espécimen único por su inteligencia, por su biografía, y principalmente por decir lo que se le pasa por la cabeza, o por reconocer lo que piensa, que no es lo mismo, lo que muchas veces se ha convertido en su principal condena, vetándolo para reconocimientos académicos o literarios, por si les ahumaba la sala a porro, y que sin duda se resolverá, como solemos hacer, cuando ya no esté.

A la cabaña, y luego al agroturismo en el que se oculta en Santa Inés, van llegando toda clase de especímenes. Hasta donde yo sé, cocteleros italianos, actrices, traductores de Naciones Unidas, políticos, vendedores de armas, traficantes de droga, constructores, hoteleros, vulcanólogos, masajistas, pilotos aéreos, rastreadores Covid, yonquis buscando recetas, científicos buscando contrastar tesis inventadas, y desconocidos buscando cosas más sencillas, como milagros por imposición de palabra, o un corazón, o valor, o volver a Kansas, o un cerebro para ilustrar el espantapájaros que habitan.

Un día le quiso conocer el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, pero como no pudo viajar por el Covid, empezaron a hablar por Zoom. Hace tres años, tras dar una conferencia en el Club Financiero Atlántico de A Coruña, justo antes de regresar a Madrid, recibió en su hotel la llamada de un señor pidiéndole si podía desayunar con él. Era Amancio Ortega. Y así todo.

Al poco de iniciar nuestras conversaciones le escribí un mail al Escota, que es como le llama su hijo Jorge, diciéndole que igual era mejor dejar la publicación de este libro para después de su muerte. Y que en el caso de que muriera yo me prometiera que lo publicaría igual, pero mejorando mis intervenciones. Así la sociedad, o mi madre, podrían lamentar el fallecimiento de un periodista ingenioso y despierto. Lo que teníamos bastante claro era que al ritmo que íbamos de cervezas, vino, margaritas, Campari, Baileys, tequila, licor de hierbas, rapé, oxicodona, cocaína, orfidal, heroína, MDMA, bicarbonato y marihuana, uno de los dos no iba a sobrevivir a los encuentros.

A don Luis, en el cole, le llamábamos Mortadelo, porque era muy delgado, y tenía unas gafas de pasta enormes, y porque entonces no sabíamos lo que era un yonqui. Pocos meses antes de morir, a los treinta y pocos, de sida, me dio clase de lengua y literatura española. Era parte de la pandilla de mi hermana mayor. De esa generación perdida de la Galicia de los ochenta, de la que yo me recuerdo perdiendo alguna tarde aplastando jeringuillas con piedras a orillas del río Barbaña. Una pandilla por la que un día dejé de preguntar para que dejaran de decirme que les dio un ictus o murieron de sida.

Tardé tres meses en confesarle a Antonio que había repudiado toda la vida su personaje por su vinculación con las drogas. Y todavía más a aquellos que se habían leído su ya mítica Historia General de las Drogas como excusa para drogarse, y lo exhibían con superioridad intelectual frente a los que habíamos decidido no hacerlo. Escohotado, el de las drogas, para Antonio no era un estigma, era un resumen insoportable: «El de las drogas, el de las drogas, que se lo metan por el culo los que lo dicen».

Cada vez que comentaba a alguien en Ibiza que de vez en cuando me reunía con Escohotado, aparecía milagrosamente un productor de marihuana, que me rogaba que le llevara su producto, lo que me convirtió en cierto modo en dealer del Escota.

Todas las personas sensatas han imaginado que el alma volverá a donde estuvo

Horas de confesiones drogotas nos llevó a ambos a una conclusión fundamental, que vale para todo, y que parece haber desaparecido del debate público: «Cada vez que aprendes algo has tenido que renunciar a tu prejuicio y pasar al juicio. Siempre te vas a encontrar con algo distinto de lo que buscas. O si no, es que no has hecho hallazgo. Estás fuera de juego. El mundo moderno, el mundo próspero, viene de que las personas ya no quieren ser profetas, ni mártires, ni elegidos por Dios, ni condenados por Dios, que les basta ser un buen fontanero, un buen abogado, un buen camarero. Los enemigos del comercio son 3.000 páginas para decir que el hombre que pretenda algo más es un memo y un soberbio».

Antonio se muere descojonándose. «Todas las personas sensatas, hasta ahora, han imaginado que lo que hay de alma en ellas, lo que no se puede pesar, ni medir, de alguna manera volverá a donde estuvo. Y que el ser humano tuvo como préstamo esa llama, esa animación».

Una esperanza en la que viaja por la historia de la ciencia, la filosofía y todo lo que ha estudiado de astrofísica, para llegar a una conclusión genial: «Muchacho, soy un chalao, no te olvides. Soy muy consciente de que soy un chalao».

Fuente : www.elmundo.es

sábado, 12 de junio de 2021

Andreu Navarra: "Hay alumnos de 13 años que apenas saben leer y estudiantes de Bachillerato que no ponen ni una tilde"

Este profesor de Secundaria dice que "está de moda no corregir al alumno para no dañar su autoestima". "A los profesores nos hacen evaluar partidas de Minecraft y audios de WhatsApp en vez de exámenes"

 

 Andreu Navarra: "Hay alumnos de 13 años que apenas saben leer y estudiantes de Bachillerato que no ponen ni una tilde"


Andreu Navarra (Barcelona, 1981), profesor de Lengua Castellana y Literatura en un instituto de la provincia de Barcelona y profesor de Historia Contemporánea en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), acaba de publicar Prohibido aprender (Anagrama), donde arremete contra «los buhoneros neoducativos y sus moralinas sensoafectivas» que están construyendo «una escuela para la ignorancia que ha decidido dejar de enseñar». «Nos hacen evaluar partidas de Minecraft y audios de WhatsApp en vez de exámenes», denuncia. «Está de moda no corregir al alumno para no dañar su autoestima».

Su libro hace un recorrido por las ocho leyes educativas de la democracia y afirma que ninguna ha hservido. ¿Cuál ha sido la más nociva?
Todas las leyes que hemos tenido son palabrería, pero las peores son la Logse y la Lomloe. Con ésta se ha pasado una línea roja, porque sus autores recomiendan adelgazar el currículo y enseñar menos cosas, como si el saber estuviera obsoleto. Con la Lomloe se aprende menos y peor.
¿Por qué?
Porque la ministra de Educación ha decretado el aprobado general y nadie dice nada. El modelo competencial es una herramienta válida en algunos contextos, pero tomada de forma dogmática aboca a los jóvenes a la exigencia mínima.
Lleva siete años dando clases en Cataluña, laboratorio de pruebas de la Lomloe y del modelo competencial. ¿Qué pasa allí?
En Cataluña se ha sustituido la Secundaria por una segunda Primaria y estas innovaciones se están trasladando hasta la Universidad. Están a punto de imponer un Bachillerato competencial en el que el conocimiento se transmite casi clandestinamente. Un profesor me contó que en el colegio de su hijo no enseñaban las tablas de multiplicar; fue a pedir explicaciones a la directora y ella le respondió: «Es que eso está anticuado». Hay maestros de Primaria que tienen que evaluar emociones como la empatía. En Secundaria nos hacen evaluar partidas de Minecraft, karaokes o audios de WhatsApp en vez de poner exámenes. Se da una educación emocional y asistencial que desincentiva el estudio y la reflexión. La Lomloe, que tiene un diseño claramente catalán, va a trasladar esta situación al resto del Estado.
Póngame ejemplos de las cosas que le han sucedido como docente.
En un curso de formación para docentes nos dieron unos palitos de colores y nos pusieron a construir «la casa de la diversidad»; bautizamos la chabola que salió como «la barraca de la educación pública». Otra vez el departamento de orientación del instituto me cambió la lectura que tenía programada para mi clase, que era La zapatera prodigiosa de Federico García Lorca, por textos de educación emocional. He estado en charlas de innovación donde se desdeñaba la lectura de los clásicos... Una cosa es ser inclusivo y otra ser antiintelectual.
¿Los alumnos saben menos ahora que cuando empezó?
Mi experiencia personal, que comparten muchos otros profesores, es que hay alumnos de 1º y 2º de la ESO [12 y 13 años] que apenas saben leer y escriben con muy poca fluidez. No saben redactar un análisis de un folio ni comprenden un enunciado normal de cinco líneas. Una parte de ellos no sabe hacer problemas básicos de ecuaciones o de álgebra. Ni en la ESO ni en Bachillerato se leen apenas libros. Muchos de mis alumnos se niegan a comprarlos. Hay docentes que trabajan con lecturas fragmentadas en Twitter o Instagram, haciendo juegos de rol. Estamos dejando de enseñar por culpa de las magufadas roussonianas, los buhoneros neoeducativos y sus moralinas sensoafectivas.
¿En qué ve que fallan más sus estudiantes?
En ortografía. Hay alumnos de Bachillerato que no ponen ni una tilde. Existe un gran problema de atención agravado por el hecho de que está de moda no corregir al alumno para no dañar su autoestima. El pedagogismo ha caído en el extremo de no educar. Muchos salen de las facultades pensando que el alumno es el buen salvaje, pero hay que poner límites y tener claro lo que es la convivencia. Yo estuve en una reunión de evaluación donde se pasaron horas discutiendo sobre si era bueno decirles a los alumnos que no se arrastraran por el suelo en clase para no romper su espontaneidad. Ahora es de antiguos que el profesor pida silencio a sus alumnos.
En el libro sugiere que el abuso de las pantallas pueden haber empeorado los resultados académicos.
Los alumnos consiguen el smartphone cuando comienzan el instituto, porque regresan solos a casa, y automáticamente dejan de leer. Las tecnologías no son malas, pero un uso abusivo produce a los adolescentes una ansiedad que sigue luego en el aula. Algunos juegan a videojuegos online durante las clases. Yo he tenido a un alumno que jugaba en horario lectivo a videojuegos en línea con el padre de un compañero de clase.
Es muy crítico con la educación emocional. La convivencia, por lo menos, habrá mejorado...
No, yo diría que ha empeorado porque se trata de una policía moral que acaba provocando explosiones. No vemos una disminución de la violencia, y se está arrinconando a la población escolar no deseada en la escuela pública mientras la élite económica se construye sus propias herramientas de conocimiento. Lo primero que hay que hacer es bajar las ratios porque, si no, no puede haber una atención individualizada.
¿Se está generando cierta rebelión docente contra el modelo competencial de Isabel Celaá?
Hay montones de profesores progresistas hartos de los extremismos competenciales, queremos dar clase con libertad, sin prótesis teóricas artificiosas. A Celaá le ha salido una oposición por la izquierda y ya no nos puede acusar de conservadores a los que criticamos su ley. Nosotros no queremos volver a un pasado ideal porque ese pasado no existe, lo que queremos es un sistema realmente inclusivo donde se garantice el conocimiento poderoso. A los profesores no nos hacen demasiado caso, pero, cuando los padres se rebelen, volverá la cultura a la escuela.

Integración y clases divididas como en Soria

«Nos fijamos mucho en Finlandia, pero tenemos poco que ver con ellos. El modelo debería ser Soria, con similares resultados», señala Andreu Navarra, que resalta las dos señas de identidad de esta provincia: grupos reducidos e integración de los alumnos con necesidades especiales. «Las clases son de 25 alumnos y acostumbran a dividirlas en dos mitades porque no han recortado profesorado. Además, integran a los alumnos desfavorecidos; no como ocurre en Barcelona y Madrid, que son líderes en desigualdad y tienen grandes bolsas de desarraigo».

Fuente: elmundo.es