En estos momentos de incertidumbre política y económica , cuando el estado a traves del gobierno y otras instituciones interviene cada vez más en la vida de los individuos , restringiendo su libertad día a día en aras de un supuesto " bien común" , queremos contribuir desde este blog a difundir los principios del liberalismo , cada vez más necesarios para conservar la libertad y la iniciativa como ciudadanos.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Entrevista al economista estadounidense Arthur B. Laffer , conocido como el padre de la Economía de la Oferta.

Diego Sánchez de la Cruz entrega a Arthur Laffer un 'lapiz rojo' para tachar las partidas superfluas de los presupuestos
Entrevista de Diego Sanchez de la Cruz para Libre Mercado

 Laffer ha sido una figura clave a nivel internacional en el desarrollo de políticas económicas de corte liberal. Su famosa "curva de Laffer" ha inspirado numerosas reformas tributarias centradas en la rebaja de impuestos y la simplificación de los códigos fiscales.


El pasado jueves 13 de diciembre, la Fundación Rafael del Pino organizó una concurrida conferencia a cargo del economista estadounidense Arthur B. Laffer. Conocido como el padre de la Economía de la Oferta, ha sido una figura clave a nivel internacional en el desarrollo de políticas económicas de corte liberal. Su famosa "curva de Laffer" ha inspirado numerosas reformas tributarias centradas en la rebaja de impuestos y la simplificación de los códigos fiscales.
Gracias a la Fundación Rafael del Pino, Libre Mercado ha tenido la oportunidad de entrevistarle durante su esperada visita a Madrid.
LM: Déjeme empezar con una sorpresa. A Vd. le gusta decir que solamente necesita un lápiz rojo para arreglar los presupuestos públicos de los países que han incurrido en un déficit descontrolado. Por eso queremos hacerle entrega de un lápiz rojo... pero de tamaño XXL, porque confiamos en usted pero nos tememos que hay mucho que recortar.
AL: (Se ríe) ¡Me encanta, Muchas gracias! La verdad es que lo haría encantado. 
LM: Empecemos entonces con la entrevista. ¿Qué me dice de las continuas propuestas que piden subir los impuestos a los ricos? Warren Buffet ha pedido a Obama que haga eso mismo.
AL: Veamos el caso de Buffet. Cuando dice que paga pocos impuestos no nos está contando toda la verdad. Si hacemos caso a sus explicaciones, se supone que sus ingresos en 2010 fueron de $40 millones de dólares. Esto es mucho dinero para cualquiera de nosotros, pero en realidad es 250 veces menos de lo que de verdad ingresó Warren Buffett ese año. 
¿Qué ocurre entonces? Que los $10.000 millones de dólares que sumó a su fortuna en 2010 figuran, a efectos tributarios, como ganancias de capitales no realizadas. Esto es parte de lo que la mayoría de economistas define como ingreso corriente, hasta la Oficina Presupuestaria del Congreso lo hace así. Por eso debemos tener en cuenta que todos los impuestos que Buffet propone aumentar son impuestos que él no paga.
LM: ¿Qué haría Vd. al respecto? ¿Propondría un "flat tax" (impuesto de tipo único) como hizo, por ejemplo, en los años 90?
AL: Claro. Lo más eficiente sería gravar cualquier tipo de ingreso personal con un tipo único muy bajo. Cuando Jerry Brown optó a la presidencia de Estados Unidos, en 1992, yo trabajé en su programa fiscal, incorporando la idea del flat tax. La idea consistía en sustituir el código fiscal por dos únicos impuestos, el IVA y el Impuesto sobre la Renta, que tendrían un tipo único del 12%. El Impuesto sobre la Renta incorporaría entonces categorías como las ganancias de capitales no realizadas. Bajo aquel modelo, la recaudación se hubiese mantenido estable pero el crecimiento económico habría sido magnífico. Hay que defender la idea del "flat tax" porque ayuda a que los sistemas tributarios sean más simples, más lógicos. Además, ayuda a que la evasión fiscal caiga. Esta es una reforma de sentido común, que entiende hasta mi nieta de ocho años. A veces parece que hace falta un Doctorado en Economía para dejar de entender lo que realmente funciona. 
LM: ¿Y no le frustra que así sea?
AL: Hoy en día hay tanta preocupación académica por los modelos económicos que a menudo se olvida que la realidad es lo que cuenta. Los modelos están muy bien como modelos. En la economía real, los incentivos fiscales son muy importantes para acelerar o frenar el crecimiento. Muchos economistas lo entienden cuando planteamos, por ejemplo, que crear un impuesto a quien supera un límite de velocidad consigue que la gente conduzca más lento. Si lo hacemos con el tabaco, también comprenden que subir esos impuestos consigue que se reduzca el consumo de cigarrillos. Pero cuando hablamos de un impuesto al empleo, no quieren entender que esa lógica sigue funcionando, y que subir los impuestos que afectan al trabajo no genera más trabajo, sino menos. 
LM: ¿Y qué opina si le digo que en 2011 se subieron o se crearon en España más de 50 impuestos regionales y que, en lo que va de 2012, ya se han aprobado 27 subidas de los impuestos nacionales?
AL: La verdad es que amo este país, siempre que vengo me encuentro a gente encantadora, muy hospitalaria... Me entristece mucho que un país como España que ha dado tanto al mundo se inflija un castigo tan duro. Este comportamiento masoquista es duro de ver y de aceptar. ¿Qué puedo decir? Pues que lo que necesita España es bajar todos los impuestos, controlar el gasto y simplificar las regulaciones. Si a eso le unimos una política comercial abierta y una moneda estable, ya tenemos todos los ingredientes que necesitamos. El Estado no tiene que aspirar a más que eso, tiene que dejar que el libre mercado se encargue de generar la prosperidad que necesitamos. 
LM: ¿Y como convencería a nuestros políticos? Porque lo cierto es que Vd. consiguió en su día que numerosos dirigentes demócratas dieran un apoyo contundente a las rebajas de impuestos que propuso el presidente Reagan. 
AL: John F. Kennedy era el primero que decía que no hay mejor política social que la creación de empleo. He sido y sigo siendo un buen amigo de su familia, lo mismo que de Al Gore y otros muchos demócratas. Me gusta hablar con ellos, entre otras cosas, porque en una conversación puedo ver que, en el fondo, saben que lo que yo les propongo es de sentido común. En 1986, cuando se aprobó mi programa tributario, el tope máximo del Impuesto sobre la Renta cayó de más del 50% al 28%, el tipo mínimo creció del 11% al 15%, el número de tipos se simplificó de 17 a menos de cinco... ¿Cuál fue el voto en el Senado? ¡97 a favor, 3 en contra! Nunca me olvido de esos tres que dijeron que no... (Ríe). Pero fíjate en que entre los demócratas que lo aprobaron: estaban Al Gore, Ted Kennedy, Bill Bradley, Chris Dodd, Joe Biden, Harry Reid... ¿Por qué? ¡Porque sabían que estábamos haciendo lo correcto! Y eso nos enseña que nunca hay que caer en la desesperanza, siempre hay que confiar en que podemos seguir avanzando.
LM: Estados Unidos se acerca peligrosamente al llamado "precipicio fiscal". Si no hay un acuerdo de ultimísima hora que lo remedie, el 1 de enero de 2013 se producirá una de las mayores subidas tributarias de la historia reciente...
AL: Lo único que puedo hacer yo ante este tipo de escenarios es decirle a los representantes políticos de mi país lo que necesitamos para evitar llegar a este punto. Ellos podrán hacerme caso o no. Lo que me temo es que la llegada de esa fecha, de ese ‘precipicio fiscal’, es ya casi inevitable. Eso puede hacer que 2013 sea un año muy incómodo y difícil. Espero que esto genere una reacción que nos lleve a un cambio político y económico en Estados Unidos. Necesitamos una agenda de crecimiento basada en la libertad económica, como hicimos en los años 80.
LM: ¿Y confía en que esto ocurrirá?
AL: Sí, sobre todo porque a nivel estatal ya se están viviendo importantes victorias para la libertad económica. Esta semana, por ejemplo, el gobernador de Michigan aprobó una ley de derecho al trabajo, que básicamente permite que el trabajador decida libremente si quiere estar vinculado a un sindicato o no. Esto ha ocurrido en Michigan, un estado de tradición sindical muy fuerte, por lo que hablamos de un ejemplo de que está habiendo grandes cambios en la buena dirección. Ahora mismo hay treinta gobernadores republicanos por veinte demócratas y un independiente. Los republicanos tienen el control de muchos parlamentos estatales, lo que aumenta más aún su margen de maniobra.
LM: Pero Obama ha sido elegido de nuevo...
AL: Lo triste es que, por mucho que el Presidente Obama es una excelente persona, un magnífico ser humano, pestá equivocado, muy equivocado en sus políticas económicas. Ha sido elegido otra vez por su popularidad, pero lo que necesitamos es otro Reagan. Esperemos que la próxima vez lo tengamos.
LM: ¿Se atreve a anticipar a algún posible candidato presidencial que podría comandar esa agenda de reformas?
AL: Como se suele decir, el hábito no hace al monje. No sabemos qué puede ocurrir cuando alguien llega al cargo de presidente. Jack Kennedy, por ejemplo, fue un Senador bastante pobre pero tras llegar a la Casa Blanca encabezó una de las mejores administraciones de la Historia. Bill Clinton también fue sorprendentemente bueno. Incluso de Reagan se puede decir que no fue un buen gobernador de California... ¡pero cuando llegó a la Presidencia de Estados Unidos la cosa fue muy diferente!

LM: Ha puesto como ejemplos de gestión económica a Kennedy y Clinton. ¿Cree que dicho partido puede volver a abrazar las reformas de mercado?
AL: A día de hoy, lo dudo, pero le diré una cosa: ninguno de los actuales dirigentes demócratas manejaría su economía familiar como hoy pretenden manejar la economía estadounidense. El problema es que están metidos en la pelea política, donde todo es más irracional, hasta que la situación llega a un punto grave. Y es entonces cuando se produce la reacción, que será una especie de revuelta palaciega. No puede ser de otro modo: hay que conseguir que en Washington se corrijan los errores que se han cometido... desde Washington.
Eso sí, aunque creo que los demócratas sabrán estar a la altura cuando lleguemos a ese punto, también creo que esta vez son ellos quienes están haciendo que todo vaya peor. En los 60 ocurría lo contrario, eran los republicanos los que bloqueaban las reformas necesarias. Al final del día, esta no es una dicotomía entre socialdemocracia y conservadurismo, entre demócratas y republicanos, sino que es una dicotomía entre la buena y la mala economía.
LM: El gobierno de Obama ha apostado por salir de la crisis a golpe de gasto. ¿Por qué se opone Vd. a estos programas de estímulo?
AL: Un gobierno no crea recursos, los redistribuye. Cada vez que da dinero a una persona, se lo quita a otra persona primero: es un juego de suma cero. El Gobierno tiene funciones muy legítimas que puede y debe cubrir, pero cuando se gasta por encima de esos niveles, entonces se golpea al resto de la economía. Y, además, no olvidemos lo que decía mi amigo Milton Friedman: el gasto es el impuesto. Cada vez que se aumenta el gasto, se envía la señal de que tarde o temprano habrá que pagar más impuestos.
LM: En los últimos años se ha hablado mucho de los años 30, sobre todo para comparar la política monetaria de hoy con la de entonces. No obstante, cuando Vd. se refiere a este periodo con ánimo de extraer lecciones, lo que subraya son las políticas fiscales de Hoover y Roosevelt.
AL: Incomprensiblemente, buena parte de la literatura económica de los años 30 se olvida de hablar de las subidas de impuestos que se aprobaron entonces. ¡Es como ignorar que hay un elefante en la habitación! En mayo de 1930, por ejemplo, Herbert Hoover aprobó la mayor subida de los impuestos arancelarios que ha vivido Estados Unidos a lo largo de toda su Historia. Y no contento con eso, el 1 de enero de 1932, Hoover aumentó el tipo máximo del Impuesto sobre la Renta del 25% al 63%. A eso se le sumaron impuestos especiales, impuestos sobre bienes inmuebles, impuestos de sucesiones... Por supuesto, esto creó una espiral depresiva. Y poco después, con Franklin D. Roosevelt en la Casa Blanca, el Gobierno de Estados Unidos confiscó el oro, llevó el tipo máximo del Impuesto sobre la Renta hasta el 83%, subió la fiscalidad de las empresas, disparó el impuesto de sucesiones hasta el 90%, creó una tasa del 25% para los beneficios empresariales no retribuidos, etc. ¡Normal que nos metiésemos más aún en una depresión económica!
LM: ¿Y no le frustra que se olviden estas lecciones?
AL: Es que no entiendo que siga habiendo economistas que hablen de estos años fingiendo que nada de esto ocurrió. En las políticas impositivas de los años 30 hay una explicación a muchos de los problemas de aquellos años, pero hay quienes prefieren mirar hacia otro lado, parecería que no buscan saber la verdad.
LM: Antes habló de reformas pro-mercado a nivel estatal. ¿Es recomendable que los diferentes Estados de la Unión fijen diferentes políticas tributarias o sería deseable algún tipo de "armonización"? Porque aquí en Europa se plantea que los países de la UE deben coordinar sus impuestos.
AL: La competencia tributaria en Estados Unidos es un excelente laboratorio para comparar políticas tributarias. Y si sabemos extraer las lecciones correctas, permitir esta competencia nos indica qué tipo de recetas debemos aplicar.
LM: Vd. mismo dejó de vivir en California y ha mencionado públicamente que los impuestos tuvieron que ver con esa decisión...
AL: Imagine que tenemos dos territorios, A y B. Si A sube los impuestos a las personas y las empresas, es muy posible que esas personas y empresas acaben mudándose al territorio B. ¿Tan difícil es entender eso? Muchos profesores de Harvard me niegan que esto sea así. Los datos demuestran que se equivocan, pero ni siquiera hace falta recurrir a datos, esto es algo de sentido común.
Eso sí, como quieren datos, yo les doy encantado los datos que lo demuestran. Por ejemplo, si tomamos los nueve Estados de la Unión que no han instaurado un Impuesto sobre la Renta y los comparamos con los nueve que tienen un Impuesto sobre la Renta más alto, encontramos que los primeros crecen más, atraen a más gente... y recaudan más.
¿Más ejemplos? En las últimas décadas, unos once Estados que no tenían Impuesto sobre la Renta han acabado creando uno. Maine, Ohio, Indiana, Wisconsin... Todos ellos, sin excepción, tienen hoy un peso relativo mucho menor en la economía nacional. En algunos casos, la caída ha sido dramática: Michigan, por ejemplo, pasó de representar más del 5% de la economía de EEUU a poco más del 2,5%.
Otro ejemplo es mi Estado natal, Ohio. Nací en Youngstown, una ciudad muy industrial, y realmente quisiera vivir algún día en Cleveland, donde reside buena parte de mi familia. Pero las condiciones tributarias allí son ridículas, son marxistas. Cuando recorro las calles de mi ciudad, me sorprende que un Estado que tenía tanto poderío industrial se haya convertido en un campo empobrecido. ¡Y ante escenarios así yo me pregunto quién sigue pensando que una economía puede prosperar a base de impuestos! Es tan ridículo como pensar que una persona pobre pueda hacerse rica a base de despilfarrar dinero...
P: Lleva años recorriendo el mundo para difundir sus ideas... ¿Es que nunca se cansa?
R: Al contrario, vivo muy feliz haciéndolo. Ojalá me hiciesen más caso allá por donde voy. Todos seríamos no solo más felices, sino también más prósperos.
 Fuente :libremercado.com

jueves, 27 de septiembre de 2012

HUÉRFANOS - Manuel Llamas

Aguirre se va, y con ella toda esperanza de que este país logre poner en marcha una auténtica política reformista y adopte una estrategia de austeridad pública capaz de asentar sobre bases sólidas la recuperación económica.
Se marcha el último referente liberal que tenía el Partido Popular, ahora una formación netamente socialdemócrata, que era lo que quería su máximo líder, Mariano Rajoy. El ansiado viaje al centro al fin se ha completado, y el panorama político nacional es, ya definitivamente, un páramo. Entre tanto, España avanza peligrosamente hacia la peronización. En Argentina, desde hace décadas, gobierne quien gobierne, rige un socialismo populista –de derechas o de izquierdas– absolutamente corrupto y empeñado en hundir la economía.
A diferencia de la cúpula del PP, Aguirre reivindicaba unos principios firmemente asentados en la defensa de las libertades individuales y la propiedad privada. Pese a sus errores, la ya expresidenta de la Comunidad de Madrid demostró que las políticas liberales no sólo son posibles en la España actual, sino que funcionan: ahí están los datos de la economía madrileña. No por casualidad Madrid es hoy la región más libre de España, la tercera más rica –tras las comunidades forales– y la que cuenta con un sector público más saneado.
Los socialistas sabían de sobra que no podían con el liderazgo de Aguirre, de ahí el odio que le profesaban. Su marcha, sin duda, habrá sido festejada con champán en el PSOE y en IU. Pero también habrá agradado a algunos dirigentes del PP, que veían en ella a una sólida candidata para liderar el partido en caso de una hipotética –para nada improbable– caída de Rajoy.
Más allá de la reacción que haya provocado en la clase política, la tragedia de la dimisión de Aguirre radica en que ha dejado huérfanos a la mayoría de los votantes madrileños, a cientos de miles de militantes populares y, lo que es peor, a los millones de españoles que, sin saber conscientemente que era su última esperanza, desean que España salga del atolladero cuanto antes para, así, volver a crecer con fuerza y generar empleo.
Se va Aguirre, qué pésima noticia. El único punto positivo es que ha creado escuela en el PP madrileño. Esperemos que sus sucesores estén a la altura.
Fuente:libertaddigital.com

lunes, 24 de septiembre de 2012

Esperanza, la Historia sin complejos - Jorge Vilches

A veces los políticos marcan un momento en la Historia, pero no sólo en el sentido convencional, sino por la importancia que le dan a la divulgación del conocimiento histórico como elemento para que la sociedad tome conciencia de su pasado, valore mejor su presente y mire de otra manera el futuro. Esperanza Aguirre es una de esas políticas cuyo papel para la divulgación de la historia de la libertad en España ha sido muy importante. Y no ha sido nada fácil.
El liberalismo fue la ideología más tergiversada y calumniada del siglo XX español. La izquierda y la extrema derecha le achacaron, y aún hoy lo hacen algunos, la mayor parte de los males del país. Mientras el PSOE y el PCE, luego IU, fueron desde la Transición construyendo una interpretación de la Historia a su medida, la derecha asumió un sentimiento histórico de culpa que le impidió durante décadas incluir en su discurso cualquier referencia al pasado. Esa hegemonía cultural de la izquierda en aquellos años supuso la asunción general de su visión histórica. Sus dirigentes políticos y sindicales desde 1879, año de fundación del PSOE, fueron presentados como únicos padres del Estado social y democrático de derecho que se estableció en la Constitución de 1978. Del mismo modo, la Segunda República, en su etapa gobernada por la izquierda, se citaba como el antecedente de nuestra democracia. Y así la España de 1931 a 1936 se convirtió en el campo más trillado de la historiografía nacional, y todavía lo es.
Esperanza Aguirre siempre ha estado convencida de que el liberalismo era la alternativa en Europa a la socialdemocracia. Y en ese afán por reforzar la idea liberal en España se empeñó en darle divulgación a su historia, especialmente al siglo XIX. Tampoco fue sencillo, pues era necesario que el partido de la derecha española cambiara. La etapa de liderazgo de Manuel Fraga fue baldía al respecto, sin duda por el pasado de su máximo dirigente. Tan sólo se recuperó la figura de Antonio Cánovas, pero de una forma exageradamente tímida.
La dirección de José María Aznar inició un nuevo modo de concebir la derecha, y con eso se abrió el paso a la recuperación de la historia de la libertad en España. El papel de la FAES fue importantísimo a este respecto, y producto del mismo fue Genealogía del liberalismo español, 1759-1936 (Papeles FAES, 1998), dirigido por José María Marco, que fue el primer libro de muchos otros.
La fecha clave para el impulso de Esperanza Aguirre al conocimiento de la Historia fue 2008. El bicentenario del levantamiento del Dos de Mayo y del inicio de la Guerra de la Independencia fue un buen momento para iniciar la tarea de dar a conocer, desde las instituciones, las personas, las ideas y los acontecimientos que configuran el nacimiento de la nación política y, por tanto, de la libertad moderna en España. Con gran acierto, y para cumplir con este objetivo, se creó en noviembre de 2007 la Fundación Dos de Mayo. Nación y Libertad, dirigida por el catedrático Fernando García de Cortázar.
Al tiempo que Esperanza Aguirre se prodigaba en la presentación de obras de historia que contaban algo distinto sobre los españoles y su lucha por la libertad, en la Fundación, y bajo su tutela, se organizaban exposiciones para conmemorar la jornada del Dos de Mayo, se pronunciaban conferencias en seminarios, o se recuperaban libros que de otra manera seguirían perdidos. El propósito era divulgar entre los españoles el pasado de lucha por la libertad desde 1808, las Cortes de Cádiz, la Constitución de 1812, el establecimiento del Estado constitucional –uno de los primeros de una Europa entonces absolutista–, y las casi interminables batallas por las libertades hasta el siglo XX. Porque la Historia no empieza en 1931, y menos aún la de la libertad y la democracia.
En el pasado mes de julio, Aguirre resumía en una jornada del Campus FAES el empeño que había tenido personalmente en el conocimiento de la Historia. Uno de los problemas del país, decía, es que no se tiene interiorizada la narración del pasado, que los españoles, a diferencia de los franceses, los británicos o los norteamericanos, desconocen "cómo hemos llegado a ser lo que somos".
Con la marcha de Esperanza Aguirre se nos va una política que tomaba la Historia sin complejos, que se alejaba del tópico del eterno fracaso para tener en cuenta los aciertos y los errores, que plantaba cara al paradigma dominante, y que no se amedrantaba a la hora de opinar sobre los avatares históricos de nuestro país. Me temo que es una pérdida irreparable, y no sólo para el conocimiento de la historia de la libertad.
Fuente:libertaddigital.com

domingo, 23 de septiembre de 2012

“Esa Juana de Arco liberal” - MARIO VARGAS LLOSA

Esperanza Aguirre ( Fernando Vicente)
Debió de ser allá por los años 1983 ó 1984. La concejala del Ayuntamiento de Madrid que acababa de hablar lo había hecho con una claridad y rotundidad infrecuentes en un político y defendiendo ideas que no estaban para nada de moda. “¿Quién es esta Juana de Arco española liberal?”, pregunté. La pregunta llegó a sus oídos y, desde entonces, en todos estos años —los de su extraordinaria carrera y, también, los de nuestra amistad— cada vez que la he visto, Esperanza Aguirre me ha recordado aquella anécdota. ¿Por qué Juana de Arco? Porque defender, como ella lo hacía, el liberalismo, me pareció entonces la manera más rápida de precipitarse en la hoguera del desprestigio y la ruina.
Que me equivocara de manera tan garrafal, muestra los altos méritos de Esperanza Aguirre, que, ante la sorpresa general, acaba de anunciar su renuncia a la Presidencia de la Comunidad de Madrid y su retiro de la vida política. No sólo ha sido uno de los escasos políticos de convicción de estos años en España; también, uno de los más populares, que más elecciones ha ganado y que, en todos los cargos que ha ejercido —concejala, senadora, ministra, presidenta del Senado y presidenta de la Comunidad—, ha conseguido impulsar más medidas y reformas de corte liberal, gracias a las cuales la provinciana capital de España de hace tres decenios es la metrópoli de hoy día y la región más próspera, menos endeudada, una verdadera potencia industrial y la de vida cultural más rica y diversificada de todo el país.
Con ella al frente del Gobierno jamás se hubiera hundido España en la crisis que hoy padece
La vamos a echar mucho de menos. Todos. Los que, como yo, la admirábamos y nos hubiera gustado verla llegar a la Presidencia del Gobierno, convencidos de que, con ella al frente, jamás se hubiera hundido España en una crisis como la que hoy padece, y también sus adversarios, a los que deja hoy en la orfandad, sin tener alguien a quien odiar y atacar con la saña con que se encarnizaron contra ella (ayudados a veces por los micrófonos indiscretos), que se les enfrentaba sin complejos de inferioridad, respondiendo a los insultos con ideas, sin perder nunca las buenas formas y derrotándolos siempre en las urnas.
Esperanza Aguirre libró en todos estos años un doble combate. Contra una izquierda dura, dogmática y vanidosa que se creía dueña no sólo de la verdad ideológica, sino también de la compasión, de la solidaridad y de la “justicia social” y contra una derecha conservadora y ultra, acomplejada y acobardada frente a la izquierda, desconfiada del mercado y la apertura económica, favorable al rentismo y con más intereses que convicciones y principios. Ninguna de estas dos fuerzas pudieron derrotarla pero le hicieron la vida difícil, muy difícil, y la obligaron muchas veces a hacer verdaderos prodigios de táctica política —simulacros y fintas de concesiones, supuestos pasos atrás a fin de saltar adelante— para no verse acorralada en lo personal, y, sobre todo, hacer avanzar los principios liberales básicos de recortar el intervencionismo estatal en la vida económica y social y privatizar en todo lo posible tanto la creación de riqueza como las instituciones y la vida ciudadana.
En su famosa distinción entre el “político de convicción” y el “político de responsabilidad” de 1919, Max Weber matizó que no se debía entender esta diferencia como una antinomia sin remedio, y que había casos, infrecuentes sin duda, en que un político era capaz de conciliar ambas opciones. Una de esas excepciones ha sido Esperanza Aguirre. Nunca perdió de vista los principios liberales a los que se adhirió cuando era todavía muy joven; pero, a lo largo de su carrera política, la experiencia le mostró que la democracia no tolera la rigidez doctrinaria, pues la realidad es siempre más sutil y compleja que las teorías que pretenden exhibirla, y que las ideas que no son capaces de adaptarse a la realidad terminan siempre por conseguir resultados opuestos a los que persiguen. En muchos momentos de su vida política, Esperanza Aguirre accedió a iniciativas reñidas con sus convicciones, porque no había más remedio, o para salvar al menos parcialmente su propia agenda. Pero, lo importante, a la hora de juzgar de manera de global su gestión, haciendo las sumas y las restas, es que nadie podrá negar que en toda su trayectoria aquellas son mucho más numerosas que estas, y que por eso de ella se puede hacer el mejor elogio de un gobernante: que dejó la Comunidad de la que fue responsable mucho —muchísimo— mejor de como la encontró.
Quisiera destacar su apoyo a los exiliados y perseguidos políticos de Cuba
Quisiera destacar un aspecto admirable de la política de Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid: el apoyo a los exiliados y perseguidos políticos de Cuba. Ellos han sido siempre los parientes pobres entre todos los latinoamericanos que han debido dejar sus países por las amenazas y el acoso de que eran víctimas de parte del poder. Como, por una de esas aberraciones ideológicas de la que está repleta la época en que vivimos, la Revolución Cubana, pese al más de medio siglo de ruina económica y dictadura política que ha significado para la isla, sigue gozando de una cierta intangibilidad moral ante la izquierda, el centro e incluso sectores de derecha, los exiliados cubanos han padecido de la indiferencia y a veces de la abierta hostilidad de los gobiernos democráticos españoles. La excepción, en esto, ha sido, gracias a Esperanza Aguirre, la Comunidad madrileña, que ha ayudado a muchos de ellos a encontrar trabajo, a obtener los permisos correspondientes y a sobrellevar las inevitables penalidades del destierro.
Cuando fue ministra de Educación y Cultura del primer Gobierno del Partido Popular, la enemistad hacia Esperanza Aguirre de artistas, escritores, cineastas, periodistas, profesores, fue enorme y el ensañamiento contra lo que hacía y decía no conoció límites, sobre todo de los caricaturistas a los que, la inmutable calma con que la ministra ejercía su función como si la tempestad no fuera con ella, atizaba la ferocidad. A juzgar por las barbaridades que le decían y atribuían, la educación y la cultura en España habían caído en manos de una antropófaga, o poco menos. ¡Vaya injusticia! Pocos políticos he conocido que tengan más respeto por el trabajo creativo —artístico o intelectual— que Esperanza Aguirre y que hayan hecho más esfuerzos que ella, en su vida privada, en los escasos recreos que le deparaba su enloquecedora agenda de trabajo, para leer, asistir a conciertos o exposiciones y estar enterada del ir y venir de la vida cultural. Y, también, que haya llevado ese respeto al extremo de no haber querido nunca instrumentalizar las actividades artísticas en provecho personal.
Y, sin embargo, discretamente, lo que ella ha hecho para impulsar la vida cultural en su esfera de influencia ha sido enorme. A ella se debe, en buena parte, que en las últimas décadas la oferta cultural en la comunidad madrileña se haya multiplicado por diez, dejando muy rezagadas a todas las otras ciudades y regiones de España, entre ellas a Cataluña, que en los años sesenta o setenta era la capital cultural de España, y que esta vida cultural sea libre, diversa, múltiple, y, en ella, la iniciativa privada coexista con la pública.
¿Por qué ha renunciado a la política precisamente en este momento? En los últimos dos días he sentido vértigo leyendo todas las especulaciones al respecto. Que porque se le había reproducido el cáncer que padeció hace un par de años, que por discrepancias irreductibles con la política económica de Mariano Rajoy, que por querellas y animosidades en su propio partido, y otras todavía más fantasiosas. Aunque no tengo ninguna otra información que las que he leído en la prensa, creo que nada de eso es cierto. Y que probablemente dijo la verdad en su comparecencia televisiva: que había llegado el momento de retirarse para dar paso a gente más joven, que, después de 30 años de estar en la intensa brega política, quería poder dedicarse un poco más a esa familia que con tanta paciencia y generosidad la ha apoyado en estos años y la ha visto tan poco. Saber retirarse a tiempo, no enquistarse en el poder, ceder la posta a la nueva generación, forma parte, también, de la filosofía (y la coherencia) liberal.
© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2012.
© Mario Vargas Llosa, 2012.
Fuente:elpais.com

miércoles, 22 de agosto de 2012

Diez libros contra la idiotez política - Carlos Alberto Montaner

¿Tiene cura la idiotez política? Puede ser. O tiene alivio, pero nunca se puede garantizar que no habrá recaída. En el 2007, junto a Álvaro Vargas Llosa y Plinio Apuleyo Mendoza escribí varios capítulos de un libro titulado El regreso del idiota, que prologó Mario Vargas Llosa. Era la continuación, una década más tarde, del Manual del perfecto idiota latinoamericano, que había sido un bestseller pero en el que nos equivocamos cuando vaticinamos el fin de la insensatez política en nuestro continente.
Éramos unos ilusos. En 1999 Hugo Chávez había ganado unas elecciones en Venezuela, y con ese hecho lamentable quedábamos absolutamente desmentidos: el idiota político estaba vivo, lleno de energías y dispuesto a repetir por enésima vez los mismos disparates de siempre. Tras el coronel venezolano llegaron Rafael Correa al Ecuador, Evo Morales a Bolivia, y regresó Daniel Ortega a la presidencia de Nicaragua. La idiotez política se había convertido en una epidemia.
El último capítulo de El regreso del idiota recomienda 10 libros que deben servir de vacuna eficaz contra los disparates que suelen divulgar o defender en las filas de esa izquierda carnívora latinoamericana (hay otra, dulce y vegetariana, como la de la señora Bachelet, con la que se puede convivir armónicamente). A continuación los 10 libros que entonces recomendamos. Mantienen toda su vigencia:
1. Camino de servidumbre (1944), de Friedrich A. Hayek, premio Nobel de Economía, economista y jurista austriaco. Sobre los peligros del colectivismo, y cómo esta tendencia estatista conduce al autoritarismo.
2. El cero y el infinito (1940), de Arthur Koestler. Un exagente comunista cuenta, en forma de novela, las tribulaciones y las contradicciones de un camarada purgado por Stalin.
3. Del buen salvaje al buen revolucionario (1975), de Carlos Rangel. El brillante ensayista venezolano desmonta el victimismo de la izquierda latinoamericana y denuncia los disparates de la Teoría de la Dependencia.
4. La acción humana (1949), de Ludwig von Mises. Un excelente libro de texto. Explica cómo funciona realmente la economía y desmiente que esta disciplina sea una ciencia derivada de las matemáticas. La economía depende de las decisiones individuales, y éstas son producto de la psicología y de la información.
5. La sociedad abierta y sus enemigos (1943), de Karl Popper. Un análisis de las utopías y del daño que éstas le hacen al género humano. Un libro fundamental para explicar por qué el fascismo y el comunismo, dos primos hermanos, han contribuido a crear los peores mataderos de la historia.
6. El nacimiento del mundo occidental. Una nueva historia económica (1973), de Douglas North (Premio Nobel de Economía) y Robert Paul Thomas. Explica cómo y por qué Occidente y no China se convirtió paulatinamente en el centro del desarrollo y la prosperidad. La respuesta está en las instituciones de derecho creadas en Occidente.
7. El capital humano (1975), de Gary Becker, Premio Nobel de Economía. Aporta una visión sociológica de la economía y demuestra el papel de la educación individual en el desempeño colectivo de la sociedad.
8. Libertad de elegir (1976), de Milton (Premio Nobel de Economía) y Rose Friedman. Es una razonada defensa del mercado y del surgimiento de un derecho generalmente olvidado: el de elegir lo que queremos con nuestro dinero sin que el Estado o los grupos de poder nos impongan sus gustos y creencias.
9. El conocimiento inútil (1988), de Jean-François Revel. Revela cómo las mentiras y las explicaciones absurdas continúan vigentes pese a los desmentidos de la realidad. De alguna manera, esta obra sirve para entender la terquedad ideológica de muchos latinoamericanos indiferentes ante los desastres del estatismo.
10. La rebelión de Atlas (1957), de Ayn Rand, la ensayista, narradora y filósofa ruso-americana defensora a ultranza del individualismo y enemiga del colectivismo en todas sus formas. Esta novela, muy didáctica y voluminosa, recoge la esencia de su pensamiento.
Fuente:libertaddigital.com

domingo, 19 de agosto de 2012

¿Qué es el friedmanismo? -Carlos Alberto Montaner

CENTENARIO DE MILTON FRIEDMAN

Milton Friedman nació en 1912, hace cien años, y los vivió casi todos. Murió en el 2006, a los 94, lúcido y combativo. Su centenario ha revivido la polémica en torno a su legado. En 1976 recibió el Premio Nobel de Economía. Lo suelen presentar como "el padre del neoliberalismo" o la cabeza de la Escuela de Chicago, pero fue mucho más que todo eso. De su obra se deduce la más sencilla y formidable definición de la libertad: ser libre es poder elegir sin interferencias ni coacciones externas.
En 1980 Friedman y su mujer, Rosa, filmaron una magnífica serie de televisión titulada Free to Choose. Fueron 10 memorables capítulos en los que el matrimonio examinó algunos casos exitosos, como el de Hong Kong, próspero debido a la libertad que tenían ahí los individuos para producir y vender, frente al fracaso de la India, entonces estancada por la planificación centralizada y en manos de los burócratas, aberración que los hindúes comenzaron a abandonar poco tiempo después.
De alguna manera, la mayor parte de los males económicos tenían el mismo origen: el Estado, un "ogro filantrópico" que, cuando pretendía ayudar, generaba ciudadanos indefensos incapaces de ganarse la vida, mientras los funcionarios dilapidaban enormes cantidades de recursos que se esfumaban en medio de la corrupción y la forja de estructuras clientelistas que lastraban y a veces imposibilitaban la creación de riquezas.
La historia de la lucha por la libertad es la historia de la conquista del derecho individual a decidir. Las personas fueron más dichosas y más ricas cuando pudieron elegir el dios al cual adoraban –o no adorar a ninguno–. Cuando pudieron trabajar, vestir, leer, escribir, casarse, divorciarse o militar libremente. Alcanzaron cierta felicidad cívica cuando dejaron de ser súbditos obedientes, se convirtieron en ciudadanos altivos y transformaron a los mandamases en temerosos servidores públicos.
Si existe el friedmanismo, éste consiste en tres ideas-fuerza fundamentales: la ardiente convicción de que nadie sabe mejor que nosotros mismos lo que deseamos y lo que nos conviene, la firme creencia en la libre competencia para perfeccionar gradualmente los bienes y servicios que adquirimos o producimos y la necesidad de que los individuos asuman responsablemente el control de sus vidas.
El friedmanismo, claro, tiene importantes consecuencias en el debate actual. De alguna manera está vinculado al creciente derecho del consumidor. El consumidor vota con su dinero y el Estado no debe imponerle productos que no desea, ni debe tener la prerrogativa de fijar los precios ni, mucho menos, como sucede en Argentina y en tantos países, criminalizar la tenencia de moneda extranjera.
Tampoco el Estado debe arrogarse el derecho a decidir qué sustancias puede utilizar la persona. Si un adulto, libremente, decide fumar marihuana, esnifar cocaína o inyectarse heroína, a sabiendas de que puede convertirse en un pobre adicto, ese estúpido comportamiento, nada recomendable, absolutamente pernicioso, forma parte del derecho sobre el propio cuerpo, y el Estado, humildemente, debe respetarlo, como debe admitir que cualquier persona en la plenitud de sus facultades mentales decida que ya no quiere seguir viviendo porque sufre demasiado. "Vivir –decía un famoso suicida español– es un derecho, no un deber".
El friedmanismo consiste, también, en creer que los vouchers son un método eficiente de estimular la competencia, pues sirven para que los padres seleccionen las mejores escuelas públicas para sus hijos, o la mejor institución sanitaria para el cuidado de la familia, lo que obliga a las éstas a mejorar la calidad de sus ofertas.
Hay mucho de sentido común en las propuestas de Friedman, pero también hay una enorme dosis de confirmación empírica. Los países más ricos y dichosos son aquellos en los que se combinan la libertad económica y la libertad política, y en los que el Estado no dirige la economía ni ejerce las tareas de los empresarios, limitándose a auxiliar la creatividad de los individuos aportando instituciones de derecho e infraestructuras materiales.
Milton Friedman lo dejó dicho es una frase clarísima: "Uno de los más grandes errores es juzgar los programas y políticas por sus intenciones, en vez de por sus resultados". Fue el más práctico de todos los teóricos. Y tuvo razón.
Fuente:libertaddigital.com

sábado, 21 de abril de 2012

Mises, Rothbard, Hayek... por fin en Bachillerato - Juan Ramón Rallo

Para bien o para mal, bachilleres y universitarios se han acostumbrado a estudiar las distintas materias curriculares a través de vistosos y coloridos manuales. Dejada atrás la época de la abundante y fría letra de los tratados, el vehículo de divulgación educativa por excelencia son en la actualidad los libros de texto.  
Hasta la fecha, la Escuela Austriaca carecía de un manual de Introducción a la Economía que contuviera y estructurara la mayoría de sus ricas aportaciones de acuerdo con los planes de estudio vigentes. Muchos han sido quienes a lo largo de los últimos años ha demandado que algún economista con ganas, tiempo y conocimientos emprendiera esta fundamental tarea para transmitir y difundir, en un formato agradable y convalidable al de otros manuales, las en ocasiones complejas teorías de Mises, Rothbard o Hayek.
Afortunadamente, ese indudable vacío ya queda cubierto de manera exitosa con esta obra de Jordi Franch Parella, supervisada por Jesús Huerta de Soto y publicada por Unión Editorial. A lo largo de 16 unidades temáticas, trufadas de imágenes en color, cuadros-resumen, actividades y ejercicios de repaso, el doctor Franch Parella expone los principales temas que debe conocer todo aquel que desee introducirse en el apasionante mundo de la ciencia económica: los distintos agentes que intervienen en un sistema productivo, la organización interna de las empresas, la interacción de consumidores y productores en el mercado, la rivalidad competitiva entre las compañías, la determinación de los precios de los bienes de consumo y de los factores productivos, la existencia o no de fallos del mercado, los principales problemas macroeconómicos –como las crisis, la inflación o el desempleo–, el papel que desempeñan los bancos, el comercio internacional o los fundamentos del crecimiento y el desarrollo a largo plazo.
Aunque personalmente sigo prefiriendo que la visión y el aprendizaje general de la Economía se obtenga a través de tratados exhaustivos que muestren a través únicamente del texto argumentativo las muy diversas interrelaciones del sistema económico, no parece haber incompatibilidad alguna ­­­­–más bien, bastantes complementariedades– entre los tratados clásicos al uso y este libro de profesor Franch Parella. Es más, puede que en muchos casos la llama del interés por la ciencia económica no llegue a prender con fuerza a menos que la carta de presentación sea un manual como éste.
Pero, más allá de la utilidad que la obra posea para despertar el interés y fortalecer el conocimiento sobre la economía austriaca para el público general, su otra gran ventaja es que, como hemos indicado, cumple con las directrices y requisitos básicos para superar de manera exitosa la prueba de Selectividad, de modo que puede emplearse en todos aquellos institutos de enseñanza superior que así lo deseen. El doctor Franch Parella posee una dilatada experiencia docente no sólo en la enseñanza universitaria, sino también en la preuniversitaria, esto es, en bachillerato y los ciclos formativos. Es por ello que este libro se ha redactado pensando en la labor que deben desempeñar en el día a día tanto el profesor como el alumno.
Confiemos, pues, en que este texto se convierta en una herramienta de trabajo habitual de todos aquellos profesores y estudiantes de bachillerato (o incluso, en cierto modo, de primer curso de universidad) que deseen ofrecer y recibir una visión de la economía más realista y ligada al empresario. Nuestra libertad y nuestra prosperidad sin duda lo agradecerían enormemente en el largo plazo.
 
JORDI FRANCH PARELLA: ECONOMÍA. Unión Editorial (Madrid), 2012, 400 páginas.
Fuente:libertaddigital.com

viernes, 13 de abril de 2012

La verdadera historia de las transferencias autonómicas - Pablo Molina

Un día, mientras terminaba su cuarta serie mañanera de tres mil quinientos abdominales colgado del último listón de la espaldera ante la atenta mirada de su perrita Gufa, José María Aznar López decidió que en España no podía haber nadie más progre que él. "Si el carca de González empezó a transferir competencias a las autonomías –pensó–, yo las traspaso todas de golpe pase lo que pase". Y así comenzó nuestra tragedia.
Estábamos a comienzos del año 2002, con la economía como un tiro y perspectivas de que el PP estuviera en el Gobierno por lo menos dos décadas. Tomada la decisión, los equipos técnicos de los ministerios de Sanidad y Educación comenzaron las reuniones con sus pares autonómicos para diseñar el traspaso de poderes sanitarios y educativos.
En el primer caso, menos complejo que el segundo, se valoraron los gastos que costaba la sanidad pública en cada comunidad autónoma. Como las arcas estatales estaban llenas a rebosar, se incrementó el total con un porcentaje generoso, y tras el acuerdo de las autonomías se traspasaron las competencias completas en la materia a las diez que aún no las ejercían.
El efecto inmediato fue una fuerte subida de los gastos de personal, porque la administración estatal española siempre ha sido muy rigurosa en la manejo del dinero y el Insalud no era precisamente la excepción. Los empleados estatales (administrativos, celadores, auxiliares, enfermeras y facultativos) que a partir de ese momento engrosarían las plantillas autonómicas experimentaron fuertes subidas salariales, porque sus pares autonómicos, además de estar ociosos porque no tenían competencias que ejercer, cobraban bastante más que los empleos equivalentes en la escala sanitaria del Estado, y lo obligado era homologar los sueldos con las franjas más elevadas.
Pero es que, además, a finales de mayo de 2003 estaban convocadas las elecciones autonómicas, con lo que las transferencias sanitarias se asumieron a poco más de un año de la cita electoral. De forma natural, los políticos autonómicos centraron su campaña en los extraordinarios beneficios derivados de que la sanidad quedara en sus manos, y para que la ciudadanía comenzara a apreciar las ventajas del invento se lanzaron a una carrera alocada de promesas relacionadas con la construcción de consultorios, ambulatorios y hospitales, fueran más o menos necesarios, cuestión que a nadie se le pasó entonces por la cabeza.
En poco tiempo no hubo pedanía que no contara con un consultorio de nueva planta, con su correspondiente dotación de personal haciendo turnos y cobrando las horas extraordinarias y las guardias correspondientes. A ese descontrol en la inversión se sumó la incuria de la clase autonómica a la hora de gestionar contratos y suministros, sin contar con las comisiones habituales en este tipo de transacciones, que el Parlamento catalán cifró en el 3%, estimación sin duda muy conservadora, como después se comprobó.
El resultado de todo el proceso, una vez quedó consolidado el nuevo mapa sanitario, es que la casta autonómica se pulió la financiación estatal –con la derrama añadida que un generoso Aznar añadió en nuestro nombre–, así como los sucesivos incrementos de la financiación autonómica por este concepto. Actualmente no hay uno sólo de los 17 sistemas sanitarios que no arrastre una deuda más que significativa, facturas de varios años sin pagar aparte.
¿En educación? Pues igual, para qué vamos a distinguir. Con las transferencias a las autonomías, embrutecer a los españoles del mañana nos sale también mucho más caro que cuando la promoción de la burricie se organizaba únicamente desde un despacho de Madrid a las órdenes de Solana, Maravall, Rubalcaba y Marchesi, Logse mediante.
Y lo mejor de todo es que el proceso no parece tener marcha atrás. Estamos condenados a pagar mucho más por dos servicios que la descentralización política –la administrativa ya existía en todas las provincias– ha convertido en insostenibles para nuestra pobre economía. Tan grave es la situación, que hasta Aznar ha reconocido esta semana que el problema de España no es otro que el diseño del Estado autonómico. Pena que no hubiera caído en ese detalle diez años atrás. Allí, en La Moncloa, con sus perritos Zico y Grifa de testigos, que sin duda habrían emitido un alegre ladrido en son de conformidad.
Fuente:libertaddigital.com

jueves, 12 de abril de 2012

Vladimir Feijoo también es socialista. ¡¡ Que bonito !!

Era lo que nos faltaba , para eso ya teníamos a Zapatero. El Sr. Feijoo utiliza el mismo lenguaje que el PSOE hablando de " que paguen más las rentas más altas ".

 Sr. Feijoo , si no se atreven en el Partido Popular a hacer las reformas necesarias para hacer viable la sanidad pública española , díganlo , pero dejense de estas sandeces socialistas pues para eso ya teníamos a ZP .

Las rentas más altas ya pagan más , ya aportan más , ya no reciben becas ni ninguna otra ayuda , ¿ van a tener ahora que pagar también el descalabro de la sanidad española?. ¿ A que llama usted  " rentas más altas"? , ¿ a las rentas de aquellos que se prepararon y esforzaron , junto con sus padres ,  para tener una cualificación profesional de buen nivel ? . 

Típica política sovietica , repartir la miseria . ¿ Es eso Sr. Feijoo lo que pretende el Partido Popular ? . ¡¡ Mal vamos !!

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Feijoo rechaza el copago en la sanidad y defiende que paguen más por los fármacos las rentas altas

La Xunta defenderá la próxima semana ante el Consejo Interterritorial de Salud el mantenimiento de lo que Feijoo describe como el modelo de asistencia sanitaria «universal y gratuita». Pero sí planteará, en cambio, la revisión del sistema de prestación farmacéutica, para que paguen más por los medicamentos las rentas más altas.
El presidente manifestó, en la comparecencia posterior a la reunión del Consello de la Xunta, que el sistema sanitario público tiene dos problemas esenciales, que es la deuda de 20.000 millones a la que debe hacer frente y la búsqueda de un modelo que impida caer otra vez en números rojos. En esta tesitura, Feijoo se desmarcó de las propuestas de copago por asistencia y abogó en su lugar por gravar los fármacos a las familias con más ingresos.
El jefe del Ejecutivo anunció también que Galicia será la única comunidad entre las de régimen fiscal general que no recurrirá a la línea de crédito habilitada por el Gobierno central, y que está dotada con 37.000 millones. Presentó esta decisión como resultado de la gestión solvente realizada por la Xunta, que relacionó con el rigor en el cumplimiento del objetivo del déficit y en la disciplina en el pago a proveedores. Señaló que, entre el 2010 y el 2011, la demora media en los pagos fue inferior a 50 días, y que este año se ha situado por debajo de los 40.
Fuente:lavozdegalicia.es

 

 

miércoles, 11 de abril de 2012

El corralito que viene o por qué Aguirre tiene razón - Federico Jiménez Losantos

Los economistas están consiguiendo que incluso una noción tan popular e inteligible como la de "corralito" se convierta en un arcano, en un es no es, en una de tantas cosas que no se entiende de las medidas económicas de este Gobierno que ganó las elecciones con un programa liberal y que hasta ahora no ha aplicado más que medidas socialistas para gestionar la ruina heredada del PSOE. Dicen que ilegalizar el pago en metálico por más de 2.500 euros "no es técnicamente un corralito", que supone impedir que los impositores puedan sacar su dinero de los bancos. Menos mal que no soy economista para refugiarme en los conceptos técnicos. Menos mal que no tengo en gran concepto las "technicalities" de los expertos y, por supuesto, puedo decir lo que está a la vista: que la medida anunciada ayer por Rajoy es el primer paso que nos lleva hacia el corralito argentino.
¿Por qué? Pues porque el "corralito" es, fundamentalmente, un ataque a la propiedad y, por ende, a la libertad. El mecanismo peronista, puesto en marcha nada menos que tres veces en veinte años, es justo eso: un atentado contra la propiedad privada que usa los bancos como cárceles de ocasión. Se impide a los ciudadanos sacar el dinero de los bancos, porque se sospecha que no lo usarán como quiere el Gobierno que lo usen. ¿Y quién es el Gobierno para decidir si se paga en metálico, en cheque al portador, en cheques nominales o en transferencia bancaria? ¿No le basta con esquilmarnos a impuestos? ¿No es suficiente que el Gobierno, todos los gobiernos, las cuatro administraciones (local, provincial, autonómica y central) incumplan los compromisos nacionales e internacionales en materia de déficit? ¿Es que además de pagar la ruina a que nos ha llevado la casta política, hemos de utilizar el poco dinero que no nos quitan, léase roban, como le parezca al Gobierno manirroto, al ruinoso Ayuntamiento, a la pródiga Diputación o a la despilfarradora Comunidad Autónoma?
Pues esto es lo que, con la excusa de luchar contra el "fraude fiscal" o la "evasión de capitales" ha presentado, sin anuncio ni debate previo, el Gobierno del PP a un interlocutor muy adecuado: el comunista Cayo Lara. Pero vamos a ver, señores políticos, doctos economistas, miembros del Comando Rubalcaba y de la Brigada del Aplauso: ¿alguien va a invertir en un país del que no se pueda llevar el capital invertido como y cuando quiera? No es que no se deba, es que además no se puede. Pero la libre circulación de capitales es la base secular de la prosperidad y tiene en el respeto a la propiedad privada su piedra angular. Sin ese sagrado respeto a la propiedad, ni hay libertad ni puede haber prosperidad. Y la última medida del Gobierno será técnicamente lo que sea, pero realmente es la primera barda de lo que popularmente llamamos corralito; o sea, corral. Porque como a bestias o bestezuelas nos trata un poder incapaz de recortar sus infinitas prebendas y de respetar el contrato que firmó con sus electores hace muy pocos meses.
En ese camino del Gobierno hacia el peronismo a través del peperonismo, el único discurso liberal que se deja oír es el de Esperanza Aguirre, que ha pedido, tras constatar el fracaso en la integración de los separatistas catalanes y vascos en el Estado de las Autonomías, una revisión a fondo de ese tinglado que ha roto la nación y ha hundido el Estado. ¡Y dice Rajoy que revisar ese fracasado y ruinoso engendro "ni se contempla"! O sea, que sí se contempla y se ejecuta una subida brutal del IRPF y del impuesto de sociedades, se priva a la gente de gastar el dinero que guarda en el banco pero no puede siquiera "contemplarse" la reforma de las taifas autonómicas, de las absurdas Diputaciones, o de los infinitos Ayuntamientos. Montoro –o sea, Rajoy– y De Guindos –Rajoy, o sea– nos atracan, pero el Presidente nos prohíbe llamar a la policía de la inteligencia y a la experiencia histórica de un Gobierno de un país al que llamábamos España y de un partido al que llamábamos popular. Aguirre ha dicho que "no es monedita de oro" (para contentar a todos) pero que dice lo que piensa. Y muchos pensamos que es la única que utiliza la cabeza para pensar y no para esconderla bajo el ala de la contabilidad de la Señorita Pepis, que a este paso no va a poder contar más que lo que adeudamos. Aunque, eso sí, con entrañable acento porteño.
Fuente:libertaddigital.com

Menos Estado y más mercado - Juan Ramón Rallo

Texto íntegro del discurso pronunciado por Juan Ramón Rallo este miércoles, durante la entrega del Premio Julián Marías de la Comunidad de Madrid.
"Es para mí todo un honor recibir este premio Julián Marías 2011 para investigadores del ámbito de las ciencias sociales menores de 40 años. Y lo es especialmente en unos momentos tan señalados y críticos como los que actualmente estamos atravesando. No en vano, el tema en el que he focalizado la gran mayoría de mis investigaciones y merced al cual he recibido el presente premio ha sido la teoría de los ciclos económicos, inserta ésta en la tradición liberal de la Escuela Austriaca de Economía, es decir, en los descubrimientos científicos que a lo largo de siglo y medio han edificado gigantes intelectuales tales como Carl Menger, Ludwig von Mises, Friedrich Hayek, Ludwig Lachmann y, en España, mi apreciado mentor el profesor Jesús Huerta de Soto.
Es difícil comprimir en tan sólo unos minutos todas las contribuciones que este riquísimo marco teórico permite aportar a la muy complicada coyuntura actual, pero sí me gustaría compartir con ustedes dos de sus conclusiones centrales.
La primera es que la actual crisis económica no es fruto ni del mercado, ni de la desregulación, ni de la especulación, ni de la codicia, ni de la desigualdad, ni de una pérdida de valores, ni del euro, ni de la sobreexplotación ecológica del planeta. No, la actual crisis tiene unas causas muy bien tasadas: el excesivo intervencionismo estatal en el sector financiero, materializado en toda una serie de privilegios hacia la banca que le han permitido durante años expandir el crédito muy por encima del ahorro realmente existente en una sociedad. La respuesta frente a esa lacra que representa la recurrencia de los ciclos de auge artificial y depresión profunda que abaten al capitalismo desde hace décadas no pasa ni por intervenir ni por regular todavía más el mundo financiero, sino por someter a la banca a la competencia del mercado despojada de todos los privilegios que suponen la existencia de los bancos centrales monopolísticos, el dinero fiduciario inconvertible y los rescates estatales indiscriminados. No más Estado y menos mercado sino al revés: más libertad, más competencia y menos privilegios; en suma, más mercado y menos Estado.
La segunda reflexión que me gustaría transmitirles es que la solución a la crisis actual no pasa ni por impulsar el consumo, ni por estimular el gasto público, ni por subir los impuestos, ni por incentivar un mayor volumen de endeudamiento basado en tipos de interés artificialmente bajos, ni por abandonar el euro para poder devaluar nuestra divisa aplacer, ni por crear ineficientes industrias y bancos públicos, ni por mantenerlas rigideces regulatorias de los mercados que bloquean la movilidad de los factores productivos. Al contrario, lo que necesitamos es un volumen muchísimo mayor de ahorro privado y público que, primero, les facilite a familias, empresas y bancos reducir su asfixiante endeudamiento y sanear su situación financiera; y, segundo, les permita a los empresarios más perspicaces de nuestro país ejecutar las oportunidades de inversión que vayan descubriendo en unos mercados mucho más libres que los actuales y que tomen la forma de nuevas industrias que sí generen realmente riqueza y que remplacen a ese cementerio de elefantes que era y sigue siendo el ladrillo. Lejos de posponer indefinidamente los ajustes y la austeridad que necesitamos con urgencia desde hace años, tal como han hecho hasta el momento los gobiernos de todo signo político, debemos acelerarlos y profundizar en ellos sin vacilación. Como en el caso anterior, la solución a la crisis no pasa por más desnortado intervencionismo de corte keynesiano, sino por más mercado y muchísimo menos Estado.
Desafortunadamente, estas dos contribuciones centrales de la ciencia económica al análisis de las crisis financieras suponen toda una afrenta contra el pensamiento estatista que ha colonizado a las sociedades y a la clase política occidental en el último siglo, tan renuentes ambas a dejar de gastar el dinero del prójimo y de teledirigir sus libertades. Por ello, lo más previsible es que no sólo no sean escuchadas, sino que incluso se termine avanzando en la dirección opuesta a las mismas, por mucho que esa obcecación anticientífica sólo nos conduzca, a corto plazo, a alargar innecesaria y dolorosamente la actual crisis y, a largo plazo, a seguir padeciendo los ciclos económicos maniacodepresivos que tantas penalidades y empobrecimiento generalizados provocan.
A los economistas, en medio de esta adversa coyuntura, sólo nos queda la amarga tarea de seguir repitiendo estas verdades básicas aun cuando casi nadie quiera escucharlas y aun cuando, de hecho, se nos critique por no aportar soluciones válidas contra los problemas que afectan al ciudadano. Al final, sin embargo, por la fuerza de la virtud o por la virtud de la fuerza, no cabrá otra alternativa que, cual gravitacional ley, darles la consideración que se merecen... a pesar de la frontal oposición de cuantos se niegan a abandonar el mundo del despilfarro redistributivo, el crédito barato, el Estado niñera, las redes clientelares y los privilegios regulatorios. Muchas gracias a todos".
Fuente:libertaddigital.com