En estos momentos de incertidumbre política y económica , cuando el estado a traves del gobierno y otras instituciones interviene cada vez más en la vida de los individuos , restringiendo su libertad día a día en aras de un supuesto " bien común" , queremos contribuir desde este blog a difundir los principios del liberalismo , cada vez más necesarios para conservar la libertad y la iniciativa como ciudadanos.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Diez libros contra la idiotez política - Carlos Alberto Montaner

¿Tiene cura la idiotez política? Puede ser. O tiene alivio, pero nunca se puede garantizar que no habrá recaída. En el 2007, junto a Álvaro Vargas Llosa y Plinio Apuleyo Mendoza escribí varios capítulos de un libro titulado El regreso del idiota, que prologó Mario Vargas Llosa. Era la continuación, una década más tarde, del Manual del perfecto idiota latinoamericano, que había sido un bestseller pero en el que nos equivocamos cuando vaticinamos el fin de la insensatez política en nuestro continente.
Éramos unos ilusos. En 1999 Hugo Chávez había ganado unas elecciones en Venezuela, y con ese hecho lamentable quedábamos absolutamente desmentidos: el idiota político estaba vivo, lleno de energías y dispuesto a repetir por enésima vez los mismos disparates de siempre. Tras el coronel venezolano llegaron Rafael Correa al Ecuador, Evo Morales a Bolivia, y regresó Daniel Ortega a la presidencia de Nicaragua. La idiotez política se había convertido en una epidemia.
El último capítulo de El regreso del idiota recomienda 10 libros que deben servir de vacuna eficaz contra los disparates que suelen divulgar o defender en las filas de esa izquierda carnívora latinoamericana (hay otra, dulce y vegetariana, como la de la señora Bachelet, con la que se puede convivir armónicamente). A continuación los 10 libros que entonces recomendamos. Mantienen toda su vigencia:
1. Camino de servidumbre (1944), de Friedrich A. Hayek, premio Nobel de Economía, economista y jurista austriaco. Sobre los peligros del colectivismo, y cómo esta tendencia estatista conduce al autoritarismo.
2. El cero y el infinito (1940), de Arthur Koestler. Un exagente comunista cuenta, en forma de novela, las tribulaciones y las contradicciones de un camarada purgado por Stalin.
3. Del buen salvaje al buen revolucionario (1975), de Carlos Rangel. El brillante ensayista venezolano desmonta el victimismo de la izquierda latinoamericana y denuncia los disparates de la Teoría de la Dependencia.
4. La acción humana (1949), de Ludwig von Mises. Un excelente libro de texto. Explica cómo funciona realmente la economía y desmiente que esta disciplina sea una ciencia derivada de las matemáticas. La economía depende de las decisiones individuales, y éstas son producto de la psicología y de la información.
5. La sociedad abierta y sus enemigos (1943), de Karl Popper. Un análisis de las utopías y del daño que éstas le hacen al género humano. Un libro fundamental para explicar por qué el fascismo y el comunismo, dos primos hermanos, han contribuido a crear los peores mataderos de la historia.
6. El nacimiento del mundo occidental. Una nueva historia económica (1973), de Douglas North (Premio Nobel de Economía) y Robert Paul Thomas. Explica cómo y por qué Occidente y no China se convirtió paulatinamente en el centro del desarrollo y la prosperidad. La respuesta está en las instituciones de derecho creadas en Occidente.
7. El capital humano (1975), de Gary Becker, Premio Nobel de Economía. Aporta una visión sociológica de la economía y demuestra el papel de la educación individual en el desempeño colectivo de la sociedad.
8. Libertad de elegir (1976), de Milton (Premio Nobel de Economía) y Rose Friedman. Es una razonada defensa del mercado y del surgimiento de un derecho generalmente olvidado: el de elegir lo que queremos con nuestro dinero sin que el Estado o los grupos de poder nos impongan sus gustos y creencias.
9. El conocimiento inútil (1988), de Jean-François Revel. Revela cómo las mentiras y las explicaciones absurdas continúan vigentes pese a los desmentidos de la realidad. De alguna manera, esta obra sirve para entender la terquedad ideológica de muchos latinoamericanos indiferentes ante los desastres del estatismo.
10. La rebelión de Atlas (1957), de Ayn Rand, la ensayista, narradora y filósofa ruso-americana defensora a ultranza del individualismo y enemiga del colectivismo en todas sus formas. Esta novela, muy didáctica y voluminosa, recoge la esencia de su pensamiento.
Fuente:libertaddigital.com

domingo, 19 de agosto de 2012

¿Qué es el friedmanismo? -Carlos Alberto Montaner

CENTENARIO DE MILTON FRIEDMAN

Milton Friedman nació en 1912, hace cien años, y los vivió casi todos. Murió en el 2006, a los 94, lúcido y combativo. Su centenario ha revivido la polémica en torno a su legado. En 1976 recibió el Premio Nobel de Economía. Lo suelen presentar como "el padre del neoliberalismo" o la cabeza de la Escuela de Chicago, pero fue mucho más que todo eso. De su obra se deduce la más sencilla y formidable definición de la libertad: ser libre es poder elegir sin interferencias ni coacciones externas.
En 1980 Friedman y su mujer, Rosa, filmaron una magnífica serie de televisión titulada Free to Choose. Fueron 10 memorables capítulos en los que el matrimonio examinó algunos casos exitosos, como el de Hong Kong, próspero debido a la libertad que tenían ahí los individuos para producir y vender, frente al fracaso de la India, entonces estancada por la planificación centralizada y en manos de los burócratas, aberración que los hindúes comenzaron a abandonar poco tiempo después.
De alguna manera, la mayor parte de los males económicos tenían el mismo origen: el Estado, un "ogro filantrópico" que, cuando pretendía ayudar, generaba ciudadanos indefensos incapaces de ganarse la vida, mientras los funcionarios dilapidaban enormes cantidades de recursos que se esfumaban en medio de la corrupción y la forja de estructuras clientelistas que lastraban y a veces imposibilitaban la creación de riquezas.
La historia de la lucha por la libertad es la historia de la conquista del derecho individual a decidir. Las personas fueron más dichosas y más ricas cuando pudieron elegir el dios al cual adoraban –o no adorar a ninguno–. Cuando pudieron trabajar, vestir, leer, escribir, casarse, divorciarse o militar libremente. Alcanzaron cierta felicidad cívica cuando dejaron de ser súbditos obedientes, se convirtieron en ciudadanos altivos y transformaron a los mandamases en temerosos servidores públicos.
Si existe el friedmanismo, éste consiste en tres ideas-fuerza fundamentales: la ardiente convicción de que nadie sabe mejor que nosotros mismos lo que deseamos y lo que nos conviene, la firme creencia en la libre competencia para perfeccionar gradualmente los bienes y servicios que adquirimos o producimos y la necesidad de que los individuos asuman responsablemente el control de sus vidas.
El friedmanismo, claro, tiene importantes consecuencias en el debate actual. De alguna manera está vinculado al creciente derecho del consumidor. El consumidor vota con su dinero y el Estado no debe imponerle productos que no desea, ni debe tener la prerrogativa de fijar los precios ni, mucho menos, como sucede en Argentina y en tantos países, criminalizar la tenencia de moneda extranjera.
Tampoco el Estado debe arrogarse el derecho a decidir qué sustancias puede utilizar la persona. Si un adulto, libremente, decide fumar marihuana, esnifar cocaína o inyectarse heroína, a sabiendas de que puede convertirse en un pobre adicto, ese estúpido comportamiento, nada recomendable, absolutamente pernicioso, forma parte del derecho sobre el propio cuerpo, y el Estado, humildemente, debe respetarlo, como debe admitir que cualquier persona en la plenitud de sus facultades mentales decida que ya no quiere seguir viviendo porque sufre demasiado. "Vivir –decía un famoso suicida español– es un derecho, no un deber".
El friedmanismo consiste, también, en creer que los vouchers son un método eficiente de estimular la competencia, pues sirven para que los padres seleccionen las mejores escuelas públicas para sus hijos, o la mejor institución sanitaria para el cuidado de la familia, lo que obliga a las éstas a mejorar la calidad de sus ofertas.
Hay mucho de sentido común en las propuestas de Friedman, pero también hay una enorme dosis de confirmación empírica. Los países más ricos y dichosos son aquellos en los que se combinan la libertad económica y la libertad política, y en los que el Estado no dirige la economía ni ejerce las tareas de los empresarios, limitándose a auxiliar la creatividad de los individuos aportando instituciones de derecho e infraestructuras materiales.
Milton Friedman lo dejó dicho es una frase clarísima: "Uno de los más grandes errores es juzgar los programas y políticas por sus intenciones, en vez de por sus resultados". Fue el más práctico de todos los teóricos. Y tuvo razón.
Fuente:libertaddigital.com