En estos momentos de incertidumbre política y económica , cuando el estado a traves del gobierno y otras instituciones interviene cada vez más en la vida de los individuos , restringiendo su libertad día a día en aras de un supuesto " bien común" , queremos contribuir desde este blog a difundir los principios del liberalismo , cada vez más necesarios para conservar la libertad y la iniciativa como ciudadanos.

sábado, 29 de octubre de 2011

Empiezo a entender qué son las reformas estructurales- Leopoldo Abadía

Todos hablan de que hay que hacer reformas estructurales. Todos vienen a decir algo así como: “¡Pobre próximo Gobierno, que va a tener que decir la verdad!”

Es una pena, desde luego, porque, a base de decir cuentos y soltar bobadas, seguimos pensando que, con un poco de suerte, pasamos el apuro y volvemos a aquellos felices tiempos en que se nos fue la olla y creímos que éramos muy ricos y que, además, teníamos derecho a ser siempre ricos y que el que no fuera rico, allá él; porque o era tonto o se le había ocurrido nacer en Somalia o países limítrofes. ¡Que hubiera nacido en Cuenca!

Y, además, éramos europeos y nuestra economía era sólida como una roca y éramos el número no sé cuántos del mundo y los que estaban antes de nosotros en la clasificación temblaban porque les íbamos a pasar en un decir Jesús.

En 1745, en un pueblo de Álava, nació un chaval que se llamaba Félix María de Samaniego. Cuando se hizo mayor, se ganaba la vida escribiendo fábulas. (Siempre ha habido gente rara).

Escribió una, que se hizo famosa, que se titulaba “El cuento de la lechera”. Ya sabéis el argumento: una moza que “llevaba en la cabeza el cántaro al mercado” y que, como era eso que luego se llamó optimista antropológica, o sea, de las que no saben dónde pisan, se le ocurría decir (en verso), cosas tales como “¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!”

Frase que, por esas conexiones mentales extrañas que tengo de vez en cuando, me recuerda aquello de “La venganza de D. Mendo”: “¡Infeliz del varón, que nace, cual yo, tan guapo!”.

Lo malo no es decir eso cuando eres guapo. Lo malo es decirlo cuando eres feo y te crees guapo. Eso es malo. Y peligroso.

Al final, la pobre lechera, que era bastante boba, “con este pensamiento enajenada, brinca de manera que, a su salto violento, el cántaro cayó”.

Samaniego, que era un profeta, aunque no esté catalogado como tal, acaba diciendo: “¡Oh loca fantasía! ¡Qué palacios fabricas en el viento!…No anheles impaciente el bien futuro. Mira que ni el presente está seguro”.

Mientras estoy con Samaniego, recibo una carta de un amigo mío. Dice cosas interesantes:

1. Que la banca europea está mal, por los activos tóxicos. O sea, por esas cosas que tienes, que dices que valen mucho, pero que, en realidad, valen poco.

2. Esos activos tóxicos son de dos clases (seguro que hay más clases, pero mi amigo habla de dos, supongo que para no liarla demasiado):

a. Activos inmobiliarios, que se han quedado/tragado las entidades financieras y que están tratando de digerir, poniendo buena cara. (“Poner buena cara” quiere decir mantenerlos en el activo al precio original y no al precio real, el de hoy).

b. La famosa deuda soberana. Por ejemplo, en España, los bancos y cajas tienen deuda soberana española, por un importe de 222.000 millones de euros. En otras palabras, han prestado dinero a España por esa cantidad.

c. España parece que aun es de fiar, aunque alguna gente mala le quiere aplicar una quita del 20 %, quita que hace que los Bancos y Cajas que han puesto ese dinero estén un poco nerviosos.

d. Otros bancos de otros países están más preocupados, porque le prestaron dinero a Grecia, o sea, a esos chicos de los que se ha dicho que no se les debía haber dejado entrar en la Unión Europea. Pero como les dejaron, alguien se va a tragar una quita del 60 % sobre ese préstamo.

e. Mi amigo echa la culpa de todo eso a las presiones políticas. Según él, los 222.000 millones de euros que los bancos le han prestado a España son una especie de “bonos patrióticos”. El Gobierno de turno (y el anterior y el otro) se han dirigido a los bancos y cajas y les ha dicho: “La Patria os necesita”. Y los bancos y cajas, patrióticos ellos, han contestado: “¡Faltaría más!” Y se han puesto en cola para prestar dinero a España.

f. Total, que entre lo inmobiliario y lo soberano, las entidades financieras andan mal.

g. Según mi amigo, “nada (de dinero) o muy poco ha quedado disponible para el deprimido sector privado, que es el creador (el subrayado es mío) de puestos de trabajo”.

h. Y mi amigo, que es muy buena persona, pero a veces un poco mal pensado) me dice: “¿Será esto la antesala, mejor dicho, la excusa, para una futura nacionalización de la banca?”

Mi amigo remata su argumentación, diciendo que, a él, “los bancos no le han hecho favor alguno, pero que quiere dejar las cosas claras”.

Ahora ya no sé qué pensar. Porque yo estaba convencido -y sigo estándolo- de que las entidades financieras lo han hecho muy mal.

Pero, por lo que parece, los gobiernos, también.

Y, durante unos años, como la lechera de Samaniego, hemos vivido de un modo que no era real, pero como nos gustaba tanto…

Vuelvo al primer párrafo: “¡Pobre próximo Gobierno, que va a tener que decir la verdad!”

En realidad, la verdad es muy fácil de decir. Yo creo que solo hay que decir las siguientes cosas:

1. Hay que hacer reformas estructurales. No sé qué quiere decir eso. Cuando me pasan cosas así, intento discurrir, a ver si se me ocurre algo, cosa que a veces sucede y otras no.

2. Después de discurrir, pienso que “reformas estructurales” deben ser las que afectan a la estructura, o sea, a “la distribución y orden de las partes importantes de un edificio”.

3. Cuando miro el edificio de España, veo que hemos puesto 17 pisos, (les llamamos autonomías), además de otro piso, el 18, propiedad de la Administración central.

4. El terreno sobre el que se asienta ese edificio, que es alto -18 pisos son 18 pisos- es pequeño. Para colmo, me acabo de enterar que el Big Ben de Londres, desde 2003, se va inclinando 0,9 milímetros por año, que parece una nimiedad, pero que como desde 2003 hasta ahora han pasado 8 años, resulta que ya se ha inclinado 7,2 milímetros y que, como siga así, un día se cae.

5. Entonces, como el próximo Gobierno tiene que decir toda verdad desde el primer día, de modo que si cuando toman posesión está lloviendo, no puede decir “Buenos días”, en el primer discurso el nuevo Presidente tiene que decir a los españoles:

“Mirad, majos, hace ya bastantes años decidimos establecer 17 Comunidades autónomas, y todos nos fuimos a casa muy contentos.

Por una serie de cosas (aquí puede hablar de lo malos que son los mercados y lo malos que son los americanos), me gustaría comprobar que las 17 hacen falta.

Porque quizá podríamos juntar dos o tres y quedarnos solo con 14 o 15.

Además, algunas de las Comunidades Autónomas (si el discurso le coge un poco bajo de tono, puede decir ´bastantes´, ´muchas´, ´casi todas´) han hecho cosas, no digo malas, sino mejorables (si el discurso le coge un poco bajo de tono, puede decir ´horrorosas´, ´espeluznantes´ o ´increíblemente absurdas/idiotas´), pues resulta que andamos mal de perras”.

Como un poco de demagogia en los discursos siempre viene bien, puede añadir:

“Y, para colmo, los malvados mercados no nos quieren prestar dejar dinero o nos lo dejan caro, porque dicen que sí, que hacemos las cosas bien, pero que las podíamos hacer mejor”.

Estuve ayer en un programa de televisión. Me preguntaron si era moral que se efectuasen recortes en sanidad y educación. O sea, la preocupación de siempre.

Les dije que no me gusta nada lo de los recortes, pero que con un modelo de Estado como el que tenemos y un comportamiento enloquecido de muchos de los que lo dirigen (¿?), habrá recortes en sanidad, en educación y hasta en el chocolate del loro, expresión, por cierto, que nunca he sabido de dónde ha salido.

Y les dije -no sé si se lo dije, pero se lo tenía que haber dicho- que si nos fijamos en la sanidad y en la educación, y en el chocolate, nos distraemos contemplando los síntomas y no atacamos la enfermedad.

O sea, que en el primer discurso, el nuevo Presidente puede perder de entrada unos cuantos amigos diciendo al pueblo español simplemente:

1. Voy a ver si lo de las 17 Autonomías sigue siendo válido.

2. Voy a ver cómo han gastado los dineros cada una de las 17.

3. Y de aquí a un mes, vengo y se lo digo.

Por supuesto, antes le debería llamar a Merkel y decirle: “Angela, pon la tele, que a las 9 salgo y quiero que te enteres de lo que voy a decir”.

P.S. Lo de perder amigos es desagradable, pero ¿no habíamos quedado de acuerdo en que hay que ser honrados?

Fuente:elconfidencial.com

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