En estos momentos de incertidumbre política y económica , cuando el estado a traves del gobierno y otras instituciones interviene cada vez más en la vida de los individuos , restringiendo su libertad día a día en aras de un supuesto " bien común" , queremos contribuir desde este blog a difundir los principios del liberalismo , cada vez más necesarios para conservar la libertad y la iniciativa como ciudadanos.

domingo, 5 de abril de 2020

SERENIDAD - Gabriel Albiac ( Magnífico artículo en estos tiempos de incertidumbre )

El filósofo Gabriel Albiac
SERENIDAD
Han hecho la travesía del infierno. Y han mantenido el honor de los hombres libres
Puede que yo esté loco. Puede. Pero, en días en los que el huracán de la impotencia amenaza degradarnos, tan sólo la lectura me regala el sosiego. Me lo regalan, sobre todo, los más viejos textos, los que, por serlo, se nos trocaron en intemporales, los siempre presentes: los maestros griegos que nos hicieron hombres. Un hombre no es; se hace. Y occidente se hizo humano en lengua griega.
De entre aquellos maestros, busco en su anaquel al más difamado. Puede ser que el más grande. «Vana es la palabra del filósofo que no remedia ningún sufrimiento del hombre...». Han pasado casi dos milenios y medio desde que Epicuro de Samos escribió eso. Y habla de hoy su razonamiento: «...Porque, así como nos es inútil la medicina si no suprime las enfermedades del cuerpo, así la filosofía lo es si no suprime las enfermedades del alma».
Muy poco nos ha quedado de una obra que sus contemporáneos dieran por igual en amplitud a la de Aristóteles y no en menor medida sabia: apenas nada de su metafísica, de su física unas pocas briznas. Pero han bastado una larga carta -a Meneceo- y un párrafo de despedida en otra -a Idomeneo- para hacer de Epicuro el fundador de ese rigor autodeterminativo sobre el cual alza su fortaleza el pensar ético. Aquel al cual Lucrecio saludará en versos que están entre los más hermosos de la literatura latina: «Cuando la vida humana yacía, a la vista de todos, torpemente postrada en tierra, abrumada por el peso de las supersticiones..., un griego osó el primero alzar sus perecederos ojos y rebelarse».
Algunos de mis amigos van saliendo del hospital. Físicamente machacados. Y anímicamente lúcidos. Hablo con ellos. O leo sus mensajes cuando están demasiado débiles para hablar. Y su serenidad me conmueve. Han hecho la travesía del infierno. Y han mantenido el honor de los hombres libres: mirar a la desdicha a los ojos, no cederle ni un milímetro, vencer la hostil soledad de un apartamento en donde habita sólo la fiebre, saberse abandonados por las instituciones, constatar que del Estado había quedado sólo la desbandada de los jefes por salvar el pellejo... Ninguno de esos a quienes dejaron tirados los que habían jurado estar a su servicio expresa, sin embargo, ira. Sus palabras dicen la racional decisión de pedir cuentas sólo. Las justas. Políticas, claro está. Pero, sobre todo, penales. La racionalidad moral es eso: que un responsable pague -más cuanto más alto-, conforme a la ley, por el mal que acarreó.
Hablar con esos supervivientes es admirar su reciedumbre: en ella se resume la dignidad de ser hombre. Tras sus palabras, retorno a las máximas de Epicuro: «El hombre sereno no da molestias a sí mismo ni a los demás... El justo es el más imperturbable y el injusto está repleto de la mayor perturbación». Leo en voz alta esas palabras que escribió un griego hace casi dos milenios y medio. Y me siento fraternal con mis amigos, físicamente hoy tan lejos. Y, en esta madrugada de un Madrid barco fantasma desleído en la bruma de nuestras soledades, me vuelven las palabras serenas del griego que afronta un final al cual no teme, porque sabe que supo enfrentarse al dolor con la austeridad del guerrero. Ha surcado la enfermedad y la angustia, está ahora ante la puerta del Hades, escribe a su amigo, «pero a todas esas cosas se opone el gozo del alma por el recuerdo de nuestras pasadas conversaciones filosóficas».
Lo leo, lo repito como una letanía. Me sacude cada vez con más hondura. Y su serenidad me da consuelo. Pero puede que yo esté loco.
Gabriel Albiac 02/04/2020
Fuente ABC.es

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