Conviene
recordar que esta misma prensa sistémica no escatimó titulares
aspaventeros ni reportajes tremendistas con motivo del que luego ha sido
conocido como ‘bulo del culo’, un montaje protagonizado por un pobre
depravado que convirtió los chuscos estigmas de su perversión en
lesiones infamantes. Conviene recordar también que la prensa sistémica y
los chacales que nos gobiernan siguieron azuzando los activismos más
fanáticos, incluso
después de que se
descubriera el montaje. Y es que aquella falsa víctima servía
extraordinariamente los intereses de la prensa sistémica y de los
chacales que la subvencionan, que es la construcción de un ‘relato’
ideológico que favorezca su hegemonía.
Reparemos en el tratamiento
que la prensa sistémica brindó al caso de la conocida ‘manada’ de
Pamplona. Durante semanas, los rostros de aquellos jóvenes fueron
divulgados machaconamente con la evidente intención de que fueran
incorporados a la memoria subconsciente de la población; y las
filtraciones sobre su familia, sobre su círculo de amistades o sobre sus
hábitos, no dejaron de multiplicarse, día tras día. Los rostros de
aquellos jóvenes se volvieron de pronto familiares para todos los
españoles, que además pudieron conocer los barrios en los que residían,
los trabajos que desempeñaban, sus orígenes familiares, etcétera. ¿Qué
sabemos de los violadores de Igualada? Hace casi dos semanas nos
aseguraron que habían sido identificados; desde entonces,
misteriosamente, nada se ha avanzado en la investigación, nada se ha
filtrado a la prensa sistémica. Los chacales que nos gobiernan, tan
prestos a condenar agresiones fantasmagóricas o de contornos difusos,
callan sórdidamente ante una violación que ha dejado horrendas secuelas
físicas y espirituales en la víctima. ¿Por qué? Evidentemente, porque
los autores de este crimen nefando -a buen seguro de alguna raza que no
conviene airear- no sirven los intereses de la prensa sistémica y de los
chacales que nos gobiernan.
Han hecho algo semejante con otros
crímenes nefandos. Los infanticidios, por ejemplo, sólo son aireados
cuando quien los perpetra es el padre. No les interesa denunciar el
crimen, no les interesa hallar justicia, tampoco confortar a la víctima o
a sus familiares. Y, antes de divulgar una noticia o propiciar una
filtración, miran las gónadas o la raza del criminal, para comprobar si
conviene a la construcción de su ‘relato’ ideológico, para confirmar si
alimenta las demonizaciones y antagonismos sociales que interesan a los
mecanismos de control social impuestos para garantizar su hegemonía.
Constituye una obligación moral revolverse contra toda esta chusma.
Fuente :www.abc.es
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